El turismo es probablemente la industria más grande del mundo. En 2019, representó el 10,4% de la economía mundial y empleó al 10,5% de todos los trabajadores de la Tierra, según la organización que representa la industria, World Travel.
Este año se registrará un récord histórico, predice la Organización Mundial del Turismo, una agencia de las Naciones Unidas. Se espera que el número total de llegadas internacionales en todo el mundo, estimado en 1.300 millones el año pasado, aumente un 2% en 2024, superando el nivel récord de 2019.
Pero los turistas se están convirtiendo en una maldición para un número creciente de países. Varias de las ciudades más populares llevan mucho tiempo intentando frenar un flujo cada vez mayor de turistas.
Ámsterdam, por ejemplo, ha limitado el número de visitantes a 20 millones de pernoctaciones al año y ha prohibido la construcción de nuevos hoteles. Mientras tanto, Venecia ha prohibido la entrada de grandes cruceros a su puerto y ha limitado los grupos de visitantes a un máximo de 25 personas.
Mientras algunas ciudades gastan fortunas para atraer turistas, otras intentan ahuyentarlos. Kioto, Japón, quiere prohibir las callejuelas de su distrito más antiguo a los turistas que persiguen a las geishas para tomarles fotos.
El Monte Fuji, otro punto turístico de este país, está sujeto a medidas especiales. El acceso a sus senderos ahora está prohibido por la noche y el número de escaladores está limitado a 4.000 por día.
Fue tal la avalancha y las molestias tan grandes para la población local que se instaló una red de 2,5 m de alto y 20 m de ancho para bloquear esta vista, que resultaba demasiado atractiva para los turistas. Y lástima para la población local que se beneficiaba cada día con sólo pasar por allí.
¿Hacia dónde tendremos que ir para encontrar un equilibrio entre las ventajas y desventajas del turismo de masas? Al menos no en Grecia. Grecia es uno de esos países que depende en gran medida del turismo. Una cuarta parte de su economía depende de ello y su gobierno está encantado con esta afluencia de visitantes, cuyo número alcanzó los 33 millones el año pasado.
Pese a ello, el país ha tenido que limitar el número de personas que pueden visitar su principal atractivo turístico, la Acrópolis de Atenas.
También quiere privatizar los lugares durante las horas más populares, es decir, al amanecer y al atardecer. Estas dos franjas horarias estarán reservadas a grupos de turistas de 5 personas o menos que acepten pagar 5.000 euros por este privilegio que la población local no podrá permitirse.
En un número creciente de países y regiones de todo el mundo, la gente está viendo aumentos de precios y la desaparición de viviendas disponibles que se alquilan día a día.
El impacto negativo más significativo del aumento del número de turistas en todo el mundo es menos visible y el responsable es el transporte aéreo. Los aviones que transportan a todas estas personas son una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero estimadas en un 3% del total de las emisiones y no se vislumbra ninguna tregua en este frente, sino todo lo contrario. El planeta entero está sufriendo el golpe.