Cuando Stefan Morisset se presentó en la clínica CHUM en diciembre de 2022, el joven era una sombra de sí mismo. Apenas hablaba ni se movía mientras el dolor, particularmente en el cuello y la mandíbula, lo torturaba. Pasó sus días postrado en cama en la oscuridad. “La luz, el ruido… Todo fue un ataque. Fue un infierno. Sobrevivía todos los días”, dice.

Fue un tratamiento de seis semanas en el programa de trastornos neurológicos funcionales (TNF) del Centro Hospitalario de la Universidad de Montreal (CHUM) lo que literalmente permitió al Sr. Morisset, de 30 años, “revivir”: “Desbloqueó mi vida. Hay que decirlo: mi historia tiene un final feliz. »

Sin embargo, en 2022, el fotógrafo profesional ya no lo creía. Los primeros síntomas de su enfermedad aparecieron alrededor de 2016 en forma de movimientos repetitivos y una posición anormal de un pie. Luego, en 2018, le llegó el turno a su mano derecha de verse afectada. Más gravemente, hasta el punto de que ya no podía escribir. Le diagnosticaron distonía, un trastorno caracterizado por contracciones musculares involuntarias.

Se ha vuelto sensible al ruido hasta el punto de tener que usar tapones para los oídos casi todo el tiempo. La luz lo atacó tanto que ya no podía mirar una pantalla.

El señor Morisset consultó a los médicos. Sus exámenes físicos fueron normales. “Todos me decían: es mental. No podemos ayudarte. Pero yo estaba sufriendo. » En julio, luego de algunas divagaciones médicas, recibió un diagnóstico de TNF en el CHUM.

La neuróloga y responsable del programa TNF del CHUM, la Dra. Arline-Aude Bérubé, explica que estos trastornos se manifiestan con diferentes síntomas, entre ellos mareos, distonías, temblores, mareos, dificultad para tragar… Algunas personas se vuelven incapaces de caminar o de subir. escaleras. Para otros, estamos hablando de ataques ocasionales de convulsiones que no están relacionados con la epilepsia. En cada caso, no hay ningún problema físico involucrado. “En el examen neurológico hay signos de que algo no funciona bien, pero el sistema nervioso está estructuralmente intacto”, afirma el Dr. Bérubé.

Para el Dr. Bérubé, los NFT son “una especie de híbrido entre enfermedad física y psiquiátrica”. Un poco como el ornitorrinco, que está a medio camino entre las aves y los mamíferos. El peligro para estos pacientes es la deambulación médica. “Siempre les dicen lo que no tienen, pero nunca lo que tienen”, afirma.

Según el modelo en el que se basa el programa CHUM TNF, el cerebro humano funciona en “modo predictivo” y no reactivo. “Está constantemente prediciendo la sensación que se avecina”, resume el Dr. Bérubé.

Ella da el ejemplo de un padre que escucha que hay piojos en la clase de su hijo. A menudo le empieza a picar la cabeza al instante. “La picazón es real, pero no proviene del cuero cabelludo. Proviene del cerebro que calcula que este es el sentimiento que debería sentir según el contexto”, dice.

El TNF es involuntario y se manifiesta con síntomas reales “generados por el error de predicción del cerebro”. Independientemente de nuestro sexo o edad, el riesgo de desarrollar TNF es el mismo. No interviene ningún factor predisponente o precipitante. “No es una debilidad mental. Cualquiera puede hacerlo”, subraya el Dr. Bérubé. Sólo el 15% de los pacientes seguidos en la clínica CHUM TNF presentan también algún trastorno de salud mental, cifra que es menor que en la población general. Otras enfermedades también pueden acompañar al TNF, pero no necesariamente. ¿Por qué una persona desarrolla TNF? Difícil de decir. “Es multifactorial. Un poco como el cáncer”, afirma el Dr. Bérubé.

¿Qué debemos hacer con estos pacientes que de alguna manera son víctimas de su cerebro? En muchos casos, simplemente obtener un diagnóstico de TNF y comprender qué les afecta puede corregir la situación. Pero a otros, la clínica TNF del CHUM los somete a un programa de rehabilitación física de 8 a 12 semanas donde “desprogramamos el fenómeno anticipatorio del cerebro que se ha automatizado y genera los síntomas” del TNF, explica el Dr. Bérubé. Un proceso que no es nada fácil y que genera molestias al paciente. “Antes de cada sesión lloraba”, dice Morisset.