¿Un homenaje a Jean-Marc-Vallée? Es más bien un homenaje a la música que sus amigos habían imaginado con Mixtape, presentado el jueves por la noche en la inauguración de la 44ª edición del Festival Internacional de Jazz de Montreal.

Es la voz de Jean-Marc Vallée la que escuchamos primero por los altavoces, porque será él, incluso en su ausencia, quien desempeñará el papel de maestro de ceremonias. “La música te da ganas de amar, de soñar, de hacer algo, de pisar el acelerador”, afirma, antes de explicar que quería, de una película a otra, ofrecer una lista de reproducción a los cinéfilos.

El director apenas había terminado de hablar cuando Joseph Marchand irrumpió en un solo de guitarra muy floydiano, llevado por coros muy de Great Gig in the Sky. Jean-Marc Vallée era un hijo del rock y esta velada no sería sólo una celebración del legado del cineasta, sino sobre todo una oda al poder transformador de esta música de indocilidad y distorsión, que ha invertido a tantos jóvenes, como éste. Fue su caso, del convencimiento de que el mundo les pertenece.

Beyries sería el primero invitado a subir al escenario, para dos canciones, entre ellas Harvest Moon, de la que Jean-Marc Vallée ya ha dicho que si tuviera que ser música, sería el coro que, en el segundo 51, iluminaría a este Neil Young. clásico. Lo entendemos y la voz de quien coautora (con Alex Vallée) la dirección artística del espectáculo también nos invitó a acurrucarnos allí.

Aunque a Alex Vallée, el hijo del homenaje, no le espera una carrera musical, tras su interpretación de I’m Losing You de John Lennon, las imágenes íntimas de un Jean-Marc Vallée que mece a su hijo, todavía un bebé, Habremos dado a este momento la cantidad justa de ternura para que la emoción aflore silenciosamente y nunca más nos abandone.

Imágenes como ésta, de Jean-Marc Vallée en familia o de viaje, reaparecían a lo largo de la velada, como para recordarnos que la pérdida de un gran artista es ante todo, para sus allegados, la pérdida de un ser sin el cual la Existencia, momentáneamente, parece tan absurda como una vida sin música.

El primer gran revuelo del espectáculo pertenecerá a Pierre-Philippe Côté, alias Pilou, gracias a una versión simplificada del redentor River de Leon Bridges, que apareció en la banda sonora de la serie Big Little Lies. “Podríamos pasar horas hablando de la canción Cold Little Heart” de Michael Kiwanuka, oímos entonces exclamar a Jean-Marc Vallée, y lo mismo podría decirse de la magistral relectura de River por parte de Pilou.

Durante la dirección, Marc-André Grondin apostó por evocar sólo con moderación el cine de su amigo, una decisión acertada en la medida en que, si bien algunas de estas canciones quedarán para siempre asociadas a ciertos grandes momentos del séptimo arte, pertenecen ante todo al nuestro. cine, al cine de nuestros corazones y de nuestros recuerdos más preciados.

Sentada detrás de su instrumento, la pianista recordó haber compartido una ensalada fattouch con el director durante su primer encuentro, antes de tocar Early y Leaving. Fue muy hermoso y demasiado corto, como cuando aparecen los créditos sin que estemos listos para que termine la vista.

Luego, porque Vallée sabía mejor que nadie cómo hacer que canciones dijeran cosas nuevas que creíamos conocer hasta el último detalle, los Petits Chanteurs du Mont-Royal cantaron, con la ayuda de Stréliski, la relectura más improbable de Creep de Radiohead. El himno por excelencia del autodesprecio adolescente no podría haber sido más bellamente inquietante.

Patrick Watson, por su parte, reveló, antes de La gran evasión, que durante su última conversación con Jean-Marc Vallée, habían prometido escribir juntos una comedia musical, felicidad que el destino nos privó al quitarle al director el 25 de diciembre de 2021 a las la edad de 58 años.

Luego Elisapie abrazó con toda su gracia habitual el imprescindible Crazy de Patsy Cline, y también pensamos en un trozo de Michel Côté mientras todos meneaban las cabezas. Beyries propuso Vallée, extraído de su último álbum Du feu dans les lilas, en el que llora a un amigo «nunca más aquí, nunca más aquí, partiendo hacia las nubes», que sólo puede describirse como una mentira, así lo dijo el jueves Jean-Marc. Vallée estaba allí, en todas partes.

Y por si fuera poco, Elisapie ya estaba de regreso con Qaisimalaurittuq, su adaptación en inuktitut de Wish You Were Here, porque muchos lamentamos que ese diamante loco que fue creador de Café de Flore y Dallas Buyers Club haya dejado de brillar.

¿Un homenaje a Jean-Marc-Vallée? Es más bien un homenaje a la música que sus amigos habían imaginado, un momento para calentar sus corazones y calentar los nuestros también. Decir gracias a la música es quizás, en última instancia, sólo una forma más modesta y menos vulgar de agradecer a la vida.