La desaparición de Wadatawi Goodiron preocupa a pocas personas en la reserva Seneca-Cayuga, en Oklahoma. Y menos aún fuera de él.
Ante la inacción de las autoridades locales y federales, su hermana, Jax (Lily Gladstone, nominada al Oscar por su papel en Killers of the Flower Moon), toma el asunto en sus propias manos. Tawi, el apodo de la ausente, no tiene la mejor compañía, lo que no impide que su hermana haga preguntas a personas que no están acostumbradas a abrirse. Jax ha experimentado esta vida antes. Ella lo abandonó, en parte. Durante dos semanas, ha estado cuidando a tiempo completo a su sobrina de 13 años, Roki (Isabel Deroy-Olson, vista en la serie Three Pines), y para satisfacer sus necesidades, recurren a delitos menores.
Su pasado vuelve para perseguirla cuando un oficial de protección infantil le quita la custodia de Roki y se la entrega a su abuelo, Frank (Shea Whigham, siempre tan justa). Este último ha estado bastante ausente de la vida de sus hijas desde la muerte de su madre. Él y su pareja le abren sus puertas y su corazón a Roki, pero ella accede sin dudarlo a huir en mitad de la noche con su tía para ir a la asamblea de Oklahoma City.
Incapaz de admitirle (y admitirse a sí mismo) que las posibilidades de encontrar a su madre son escasas, Jax le promete al adolescente que estará en el powwow, donde bailan juntos todos los años. La reunión festiva aquí representa esperanza, pero también desilusión. En el camino, Jax, que sigue un rastro basado en pocas pistas, toma una serie de malas decisiones que ponen en peligro su vida y la de su sobrina.
La química entre las dos actrices es notable. Creemos en sus experiencias, en la confianza que Roki deposita en su tía y en la presión que Jax se pone a sí mismo para perdonar a su sobrina. La actuación natural de Lily Gladstone e Isabel Deroy-Olson permite excusar un escenario que se deja llevar en el tercer acto.
Erica Tremblay, que realiza su primer largometraje después de algunos documentales y episodios de Reservation Dogs, aborda temas difíciles con delicadeza, filtrando la luz suficiente para no hundirse en el miserabilismo. Sin artificios, mantiene una buena tensión que te deja adivinando el resultado. Fancy Dance, sin embargo, es más una historia sobre las dificultades de una comunidad y la indiferencia general hacia ella que un thriller impresionante. Gracias a sus artesanos, es ante todo un drama humano.