Por segunda vez en su pontificado, el Papa dio la voz de alarma sobre los efectos del calentamiento global. Impactado por las “reacciones insuficientes” a su encíclica “Laudato Si” sobre la ecología integral, publicada en 2015, Francisco vuelve de manera muy alarmista a la “crisis climática”, con una exhortación apostólica titulada “Alabado sea Dios”, publicada en particular en Francia en Éditions du Cerf. Contrariamente a su título, hay poca teología en este documento de 90 páginas excepto en el capítulo final.
La mayoría de los comentarios papales apuntan a convencer a los escépticos del clima, a través de argumentos científicos y políticos, del “drama” que se avecina. Y llamar a la comunidad internacional a unirse para adoptar medidas restrictivas, incluso “sanciones”, para revertir el curso de las cosas. El Papa concluye discutiendo los desafíos de la próxima COP28, conferencia sobre el cambio climático que se celebrará en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023.
François comienza criticando a quienes “ridiculizan” el calentamiento global basándose en datos “supuestamente científicamente sólidos”, que afirmarían que “el planeta siempre ha experimentado y experimentará períodos de enfriamiento y calentamiento”. Francisco se opone a esta visión, que «olvida mencionar» un hecho «relevante»: «La inusual aceleración del calentamiento, a tal velocidad que sólo hace falta una generación -y no siglos o milenios- para observarlo».
El jefe de la Iglesia recuerda que “más del 42% del total de las emisiones netas producidas desde 1850 se produjeron después de 1990”. Concluye: “Ya no podemos dudar (…). Me veo obligado a proporcionar estos detalles debido a ciertas opiniones despectivas e irrazonables que encuentro dentro de la Iglesia Católica. Ciertamente, modera, «algunos diagnósticos apocalípticos parecen insuficientemente fundamentados», pero «la posibilidad de alcanzar un punto crítico es real», aunque «no podemos afirmar con certeza, en base a las condiciones actuales, que esto se producirá».
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La otra novedad del texto es la crítica general a “la debilidad de la política internacional” en materia de ecología. El Papa alienta los “acuerdos multilaterales entre Estados” que ahora deben ocupar un “lugar de elección” para convertirse en “organizaciones globales más eficaces”. Pide “reconfigurar el multilateralismo” al más alto nivel, pero también en relación con las poblaciones, a través de un “multilateralismo desde abajo” que “no sea decidido sólo por las élites del poder”, para “ejercer una presión sobre los factores de poder” y dar al “ciudadano” “control” de la “política nacional y regional” con miras a obtener “reglas globales efectivas”.
El Papa concluye con un balance muy heterogéneo de las distintas COP, cuya 28ª edición representa un “punto de inflexión” si no se adoptan medidas contundentes. “El 80% de la energía mundial” sigue procediendo de “combustibles fósiles” y esto “sigue aumentando” porque “no se ha establecido ningún mecanismo adecuado de control, revisión periódica y sanción en caso de incumplimiento”. Contra esta “lógica de enchufar, juguetear y reconstruir”, escribe el Papa: “No podemos dejar de soñar que esta COP28 conducirá a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos eficaces y susceptibles de un seguimiento permanente. » Lo que mostraría “la nobleza de la política y no su vergüenza”.