“Avanzamos cada vez más hacia un desprecio total por las vidas humanas”, lamentó Jean-Claude Samouiller, presidente de Amnistía Francia, en la conferencia de presentación del informe 2023 sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. Si el trato a los civiles en las guerras ya era una preocupación en 2022, el informe destaca que 2023 fue un año marcado por “el casi colapso del derecho internacional” y “la multiplicación de conflictos” donde “las poblaciones [fueron] masacradas sistemáticamente”. La guerra en Oriente Medio es el ejemplo más revelador: la mayoría de las víctimas de las masacres del 7 de octubre eran civiles, y más de 34.000 palestinos murieron en la respuesta israelí, según el Ministerio de Salud de Hamás.

Sin embargo, incluso antes del 7 de octubre, «2023 fue el año más mortífero para los palestinos desde 2005» (año en el que Amnistía Internacional comenzó a documentar esta cuestión), recuerda Budour Hassan, investigador de la organización sobre Israel y los territorios palestinos ocupados. La ONG señala la responsabilidad de las autoridades israelíes, acusadas de “vaciar el derecho internacional de su significado”. También se culpa a los aliados de Israel, en primer lugar a Estados Unidos, cuyo veto en el Consejo de Seguridad de la ONU ha impedido repetidamente el establecimiento de un alto el fuego en Gaza. De manera más general, la organización critica la pasividad de la comunidad internacional y recuerda que muchos países, desde hace mucho tiempo, no condenan las acciones de Israel, signo de un «grotesco doble rasero» frente a las sanciones adoptadas contra el régimen ruso por la guerra en Ucrania.

Moscú, sin embargo, no se queda al margen. El informe también denuncia violaciones del derecho internacional por parte de Rusia, que ha permitido a su ejército “cometer crímenes de guerra con impunidad” al tiempo que endurece la censura dentro de sus fronteras. En Birmania, los civiles también han pagado un alto precio. Los bombardeos del ejército regular han causado la muerte de más de 4.000 personas desde el golpe de 2021. En Sudán, la situación también se ha deteriorado con el estallido de un nuevo conflicto en el que se cree que han muerto 14.700 sudaneses, según un informe que se publicará. mucho más bajo que la realidad. Otro punto común de estas guerras: la violencia sexual utilizada como “armas de guerra”. En general, los derechos de las mujeres se han deteriorado en varios países, como en Afganistán, donde están desapareciendo gradualmente de la vida pública.

Las tecnologías también están en el punto de mira de la ONG, que critica la insuficiencia, o incluso la ausencia, de regulación en la materia, empezando por la inteligencia artificial (IA). Esto cambia la escala de la vigilancia demográfica, como lo demuestra su uso en varios países. En Cisjordania, Israel ha utilizado el reconocimiento facial para restringir el movimiento y reforzar un sistema descrito como “apartheid” por Amnistía. Francia también es señalada en el informe para una ley de 2023 que autorizará el uso por parte de las fuerzas del orden de videovigilancia masiva asistida por IA para los Juegos Olímpicos de 2024. Nathalie Godard, directora de Acción de Amnistía, denuncia “una erosión de los derechos en Francia”. , denunciando en particular el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía y los controles raciales.

Amnistía Internacional está preocupada por la proliferación de software espía, sobre el que pocos países han legislado. Sistemas que suelen apuntar a periodistas y activistas de derechos humanos, como fue el caso de Pegasus en 2023, software de la empresa israelí NSO Group, que siguió utilizándose en India, República Dominicana, Armenia y Serbia. En general, “las plataformas tecnológicas se han convertido en campos de batalla políticos”, afirma el informe.

La desinformación en las redes sociales también es motivo de preocupación para la ONG, sobre todo porque 2024 es un año marcado por elecciones cruciales en muchos países del mundo, como Estados Unidos, con las elecciones presidenciales en noviembre.

Los algoritmos juegan un papel importante en la valorización y devaluación de ciertas ideas, por ejemplo la censura de contenidos palestinos o pro palestinos en las redes sociales, particularmente en Instagram y Facebook. Y “a esto se suma el hecho de que el modelo económico de los gigantes de la alta tecnología, basado en la vigilancia, echa leña a este fuego del odio, permitiendo que personas malintencionadas acosen, deshumanicen y amplifiquen discursos peligrosos para fortalecer su poder o ganar votos”, escribió Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, en el comunicado de prensa que acompaña a la publicación del informe.