El gas está muerto, ¡viva la energía eólica! La fórmula es un poco reduccionista pero resume bien el nuevo capítulo de la historia energética de los Países Bajos. Al mismo tiempo, las autoridades aprobaron el cierre del depósito de fósiles de Groningen, el mayor de Europa, e inauguraron el parque eólico marino Hollandse Kust Zuid.

El viernes, el rey Willem-Alexander viajó a las costas del Mar del Norte, entre las localidades de Scheveningen y Zandvoort, donde las 139 turbinas, situadas a una media de 25 kilómetros de la costa, pronto alimentarán una cuenca de 1,5 millones de hogares. La instalación es propiedad conjunta de la empresa energética sueca Vattenfall, el químico alemán Basf y la aseguradora Allianz. El grupo escandinavo, responsable de la operación, cuenta actualmente con una cartera de trece parques eólicos marinos en cinco países de Europa.

En Groningen se está pasando página. La producción comenzó en 1963, hace apenas sesenta años. Las reservas no están agotadas, pero desde hace dos décadas se registran terremotos de baja magnitud a intervalos regulares.

Además de los daños, la preocupación pública sigue aumentando. No disminuirá pronto porque los expertos han advertido: el fin de la extracción no significa el fin de los temblores sísmicos, al menos no durante muchos años. Mientras tanto, un pequeño número de unidades de producción se mantendrán durante algunos meses más en Groningen, para hacer frente a una posible escasez de gas en caso de un duro invierno.