El líder de la banda G9, Jimmy Chérizier, alias BBQ, obtuvo una primera victoria en el conflicto que desató contra las autoridades haitianas: obtuvo la dimisión del primer ministro haitiano, Ariel Henry. Lo reclamaba desde el 29 de febrero, día en que lanzó un vasto movimiento de insurrección reuniendo a todas las bandas de Puerto Príncipe y atacando numerosas representaciones estatales, desde las prisiones hasta el palacio presidencial pasando por los hospitales.

Bloquearon el aeropuerto y lograron tomar el control del puerto durante unos días. «Si Ariel Henry no dimite, si la comunidad internacional continúa apoyándolo, nos encaminamos directamente hacia una guerra civil que conducirá al genocidio», dijo Jimmy Chérizier a la prensa la semana pasada.

El anuncio de la renuncia del primer ministro fue realizado desde Jamaica por el presidente de Caricom, Mohamed Irfaan Ali, presidente de Guayana. Caricom reúne a la mayoría de los países del Caribe. También estuvieron presentes en Kingston el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y representantes de Francia, México, Kenia y Benin.

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Kenia ha aceptado liderar una misión multinacional para apoyar la seguridad de Haití. Antony Blinken anunció 300 millones de dólares en financiación para apoyar el despliegue de esta misión y 33 millones de dólares en ayuda humanitaria.

Se creará un consejo presidencial de siete miembros. Será responsable de nombrar un primer ministro y preparar las elecciones. No ha habido elecciones desde 2016 en Haití. Ya no hay parlamento, ni presidente, ni alcaldes elegidos democráticamente. Ariel Henry asumió la jefatura de Estado en condiciones cuestionables tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021.

Los siete miembros del consejo presidencial serán designados por organizaciones de la sociedad civil que, desde 2021, no logran ponerse de acuerdo sobre un proceso de transición: el colectivo del 30 de enero, Acuerdo Montana, Famni Lavalas, Acuerdo del 21 de diciembre, Piti Desalmin por Moïse Jean-Charles. Las iglesias están invitadas como observadores a participar en el Consejo Presidencial.

«Aún no sabemos cómo se distribuirá el poder en el consejo o entre el primer ministro y el gobierno», analiza Frantz Duval, director del principal diario haitiano, Le Nouvelliste. No sabemos qué lugar se le dará a los políticos y qué lugar se le dará a los técnicos. Tampoco sabemos cuáles serán las reacciones de las pandillas que ahora se ven a sí mismas como formadoras de líderes”.

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Ariel Henry se encuentra actualmente en Puerto Rico. Las pandillas le impidieron regresar a Puerto Príncipe la semana pasada bloqueando el aeropuerto. Regresaba de Kenia donde discutió con el gobierno el despliegue de la misión internacional para apoyar la seguridad de Haití. Desde principios de semana, la actividad se ha reanudado parcialmente en Puerto Príncipe, aunque las escuelas y universidades siguen cerradas.

Varios establecimientos educativos están ocupados por población desplazada que tuvo que huir de sus barrios por los abusos de bandas criminales. Varias decenas de miles de residentes de Puerto Príncipe se encuentran actualmente sin hogar y viven en las calles o en refugios precarios. El suministro de alimentos está interrumpido y la mayoría de las tiendas han permanecido cerradas durante la última semana. El bloqueo del puerto, del que las fuerzas de seguridad haitianas recuperaron el control el domingo, interrumpió el suministro de alimentos y medicinas. La mayoría de los hospitales están al borde del colapso y ya no pueden atender a pacientes en buenas condiciones.

La principal incógnita ahora es la reacción de las pandillas. La perspectiva del despliegue de una fuerza multinacional corre el riesgo de aumentar las tensiones. Sobre todo porque no existe consenso sobre este tema en la clase política y en la sociedad civil. Los anteriores dejaron muy mal recuerdo. En 2010, una epidemia de cólera azotó el país, provocando la muerte de 10.000 haitianos e infectando a 800.000 personas. Su origen fue un batallón de nepaleses perteneciente a la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) que vertía sus aguas residuales directamente a un río sin ningún tratamiento previo.