Al igual que nosotros, los abejorros y los chimpancés pueden transmitir sus habilidades. Los abejorros y los chimpancés pueden aprender de sus pares habilidades tan complejas que no podrían haberlas desarrollado solos, una habilidad que antes se consideraba exclusiva de la especie humana, según dos estudios publicados el miércoles. La evolución de la cultura humana se basa en parte en la acumulación de innovaciones y su transmisión a través del aprendizaje social, lo que permite mejorar el desempeño de generación en generación. Y llegar a técnicas tan elaboradas que un individuo no podría descubrir de forma independiente.

“Imagínense niños abandonados en una isla desierta. Con un poco de suerte podrán sobrevivir pero no aprender a leer y escribir por sí solos”, resume Lars Chittka, profesor de etología en la Universidad Queen Mary de Londres y coautor de un estudio de Nature, en un vídeo adjunto al publicación. Varios experimentos ya han demostrado capacidades de aprendizaje social en animales. Gracias a lo cual algunos de sus comportamientos pueden perfeccionarse con el tiempo, lo que sugiere que poseen una forma de “cultura acumulativa”: cascar nueces en los chimpancés, modificaciones de trayectorias en las palomas… Pero los científicos no excluyen que estas facultades también puedan emergen espontáneamente, a través de la existencia de una «zona de solución latente» en el cerebro.

Los investigadores decidieron realizar la prueba con abejorros, insectos sociales entrenados en laboratorio. Sometieron a un primer grupo a un sofisticado proceso de dos pasos para obtener una dulce recompensa: primero tenían que presionar una pestaña azul que, una vez liberada, les permitía presionar una segunda pestaña roja y abrir el camino hacia la dulce recompensa. Una dura prueba para los abejorros, ya que el primer paso no condujo a nada. «Les pedimos que aprendieran sin compensación, lo odiaban», dijo a la AFP Alice Bridges, médica de la Universidad Queen Mary y coautora del estudio. Los desafortunados lucharon con la pestaña roja, sin entender que primero tenían que abrir la azul para recibir su miseria. Desanimados, se dieron por vencidos.

Para volver a motivar a las tropas, los investigadores introdujeron una recompensa temporal de la primera fase, que se fue retirando gradualmente, lo que finalmente ayudó a los participantes a resolver el rompecabezas. Luego, los “manifestantes” fueron colocados en parejas con compañeros “ingenuos” que desconocían el problema, quienes observaron a sus guías antes de entrenar individualmente. Resultado: 5 de los 15 observadores completaron inmediatamente ambas etapas, sin recompensa intermedia. “¡Estábamos tan sorprendidos que casi nos volvemos locos en el laboratorio!”, recuerda Alice Bridges. La muestra es ciertamente pequeña, «pero la conclusión es clara: la tarea era excepcionalmente difícil y, sin embargo, algunos abejorros pudieron realizarla mediante el aprendizaje social», señala Alex Thornton, del Centro de Ecología y Conservación de la Universidad Británica de Exeter, en un comentario asociado con el estudio.

Este trabajo es el primero en demostrar un fenómeno de cultivo acumulativo en invertebrados, destacan los autores. Una facultad que también parecen poseer los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, según otro estudio publicado en Nature Human Behavior, dirigido por Edwin van Leewen de la Universidad de Utrecht (Países Bajos). Los primates del santuario Chimfunshi en Zambia tenían un dispensador de maní en su recinto que requería la manipulación de una bola y un cajón, en tres fases. Un sistema complejo inspirado en comportamientos naturales, cuando los chimpancés se arman con herramientas (palos) para recolectar termitas. Durante tres meses, 66 personas exploraron el dispositivo sin que nadie entendiera cómo funcionaba, señal de que no era posible hacerlo solo.

Luego, los investigadores entrenaron con éxito a dos chimpancés para que pudieran difundir sus nuevas habilidades dentro de sus grupos. Después de dos meses de observación, 14 primates ingenuos dominaron el dispositivo. Y cuanto más miraban a sus manifestantes, más rápidamente podían resolver el problema, precisan los autores. Concluyen que los chimpancés utilizan el aprendizaje social para adquirir habilidades que van más allá de «tareas rudimentarias que involucran la zona de solución latente». Para Alex Thornton, «la fuerza de estos dos estudios reside en lo que revelan sobre los humanos, que tienden a sobreestimar sus capacidades en comparación con otros animales».