El Gobierno británico admitió el jueves (14 de septiembre) que debe hacer más para proteger sus intereses frente a los intentos de infiltración de Pekín, en un momento en que un asunto de espionaje aumenta la presión para adoptar una postura más firme contra el gigante asiático.
El ejecutivo publicó en julio su respuesta a un informe parlamentario que estimaba que los servicios de inteligencia chinos apuntaban «implacable y agresivamente» al Reino Unido y lamentaba la falta de visión a largo plazo ante esta amenaza.
«El gobierno reconoce que los servicios de reclutamiento creados por China han intentado contratar a ciudadanos británicos y aliados para puestos clave y con conocimientos y experiencia sensibles, incluso dentro del gobierno, el ejército y la industria», señala el ejecutivo. A pesar de los procedimientos de protección vigentes, «tenemos que hacer más», añade.
El gobierno admite que China, en ocasiones, “cruza la línea entre influencia e interferencia”. Pero también añade que su enfoque se basa en contactos directos con Pekín para «preservar relaciones abiertas, constructivas y estables». Si bien enfatiza la necesidad de vínculos económicos, precisa que “la seguridad nacional es siempre la prioridad”.
Tras la “edad de oro” deseada por el ex primer ministro David Cameron en 2015, las relaciones entre Londres y Pekín se han deteriorado significativamente, en un contexto de tensiones por la represión del movimiento prodemocracia en Hong Kong, el destino de la minoría musulmana uigur o incluso por sospechas de espionaje dirigido al fabricante chino de equipos de telecomunicaciones Huawei. Pero el gobierno conservador de Rishi Sunak quiere mantener el diálogo. Así lo ilustra la reciente visita del jefe de la diplomacia James Cleverly a Pekín, la primera desde 2018, o una entrevista al margen del reciente G20 entre el Primer Ministro y su homólogo chino Li Qiang.
Mientras que algunos cargos electos conservadores quisieran más firmeza, la policía británica reveló el pasado fin de semana que había detenido en marzo a un hombre, a quien la prensa identificó como un analista acreditado ante el Parlamento británico, sospechoso de actuar en beneficio de Pekín. No fue acusado y dijo que era inocente, mientras que Beijing lo denunció como “denigración”. Bajo las críticas, Rishi Sunak aseguró el miércoles que el gobierno había implementado las «medidas más fuertes jamás tomadas en términos de política exterior».