Argentina tiene un santo, un papa y un… presidente. Si el presidente Javier Milei era esperado con curiosidad en el Vaticano el domingo por la mañana para la primera canonización de una mujer argentina, Mamá Antula, el Papa Francisco que presidirá la ceremonia, se encuentra igual de esperado en su país natal a finales de 2024.

El lunes por la mañana, cuando Francisco reciba a su compatriota, Javier Milei, en una audiencia protocolaria, se hablará de este viaje. Milei lo invitó hace un mes con una carta oficial. Francisco, de 87 años, no ha visitado su país natal desde su elección a la sede papal en 2013.

Si se confirma el viaje, este Papa no podría imaginar ser recibido allí por un presidente ultraliberal, en el cargo desde hace dos meses después de haber derrotado con el 56% de los votos al peronista de izquierda Sergio Massa, la familia política de Francisco que ha Siempre luchó contra el liberalismo y el capitalismo.

¿Será primero necesario sellar una forma de reconciliación entre ambos hombres? Éste es uno de los desafíos de esta visita a Roma del nuevo presidente argentino, un católico cultural, convertido al judaísmo.

Este pintoresco político, economista de formación, insultó públicamente al Papa Francisco en varias ocasiones antes de disculparse y cambiar de tono desde su elección presidencial. Los insultos siguen en la mente de la gente: “imbécil”, “personaje nefasto”, “del lado de las dictaduras sangrientas” de Cuba y Venezuela, “comunista”…

El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, que viajó a Roma para la ocasión, confió, el jueves, durante un encuentro insólito organizado por el Vaticano con la prensa para apaciguar los ánimos, que los insultos -aunque son más vulgares- fueron consideradas cosa del pasado por Francisco que habría perdonado: “el Papa ha demostrado que es capaz de perdonar, con un gran corazón”.

A mediados de diciembre, durante una entrevista con la televisión mexicana, el Papa, sin nombrar a Milei, que llegaba al poder, había anunciado el fin de las hostilidades, insistiendo en la distinción que había que hacer “entre lo que dice un político durante el proceso electoral campaña y lo que realmente va a hacer después, porque después llega el momento de la concreción, de las decisiones”. Durante la campaña electoral, el mismo Francisco no dudó, aún sin nombrar a Milei, en advertir a los argentinos contra los “payasos mesiánicos”.

Otro tema en la reunión del lunes por la mañana: el Vaticano todavía teme los riesgos de recuperación política del prestigio papal durante las visitas al extranjero. El peligro no es pequeño para el que sería el primer viaje de Francisco, convertido en una personalidad global, a su país natal. La Santa Sede también rechaza cualquier invitación demasiado cercana a cuestiones electorales. Este no será el caso en Argentina a fin de año. En realidad, Francisco sabe que no puede esperar más a este reencuentro con su país por una simple razón de salud.

El 22 de noviembre, estos dos altos funcionarios argentinos se llamaron y el nuevo presidente dijo entonces que agradecía al Papa por sus “sabios consejos” y sus “deseos de valentía” y “sabiduría”. Al no contar con una mayoría en el Parlamento, la ambición reformista liberal del presidente argentino se ve de facto muy frenada mientras el país sufre una inflación del 140% desde hace un año y la pobreza galopa desde hace tiempo.

La reconciliación, si se produce, ¿vendrá de la personalidad de Mamá Antula, la primera mujer argentina canonizada este domingo 11 de febrero en Roma? No es certero. Esta “virgen consagrada”, condición que existe desde hace siglos en la Iglesia, es una laica cuyo nombre era María Antonia de San José de Paz y Figueroa (1730-1799). Cuando la Compañía de Jesús (la orden de los jesuitas) fue proscrita en Argentina, esta mujer contribuyó a mantener esta espiritualidad jesuita a través del simple catecismo.

Al recibir a los peregrinos argentinos el sábado, el Papa les dijo que el ejemplo de Mamá Antula era necesario hoy para contrarrestar “el individualismo radical, que es el virus más difícil de vencer”. El Papa espera que la canonización de esta mujer ayude a la Iglesia a revivir: “la opción por los últimos, por aquellos a quienes la sociedad rechaza y deja de lado”.