El plan urbanístico local (PLU), votado el lunes 5 de junio por el Ayuntamiento de París, debe dar respuesta al cambio climático y a la necesidad de vivienda social. Será examinado por el Estado y luego adoptado definitivamente a fines de 2024 o principios de 2025. El ayuntamiento anuncia en particular que el 40% del espacio público se desaguará para 2050. El PLU anterior, un documento de planificación urbana que establece las pautas de distribución y normas de uso de las parcelas, que datan de 2006.

La impregnación del suelo, eliminando el hormigón o el cemento y reemplazándolo con vegetación o un revestimiento permeable, permite la infiltración del agua. El objetivo es regular el daño durante eventos climáticos violentos (como la inundación de las estaciones de metro) y constituir reservas de agua, que permitan la construcción de suelos vivos, sobre los cuales pueda crecer la vegetación y los árboles. Éstos contribuyen a la descontaminación del aire y su refrigeración, interés vital cuando París es la ciudad donde el riesgo de morir a causa de la ola de calor es mayor, según un estudio de la ANSET.

«La deshidratación del suelo promueve el ciclo natural del agua», explica la oficina de Emmanuel Grégoire, primer asistente de Anne Hidalgo. Para alcanzar el 40% del espacio público desaguado, el ayuntamiento de París informa que habrá una «creación neta de 15 hectáreas de espacios verdes» y la identificación de «110 hectáreas a cargo», por ejemplo en los patios de las escuelas o entre los árboles plantados a lo largo de las calles. (Los espacios públicos parisinos representan 2846 hectáreas).

Las promesas del ayuntamiento son «totalmente irreales y contradictorias», el juez Dominique Dupré-Henry, cofundador de la asociación Aux Arbres Citoyens. “Construir viviendas de protección oficial suficientes para que constituyan el 40% del stock en 2035, tal y como prevé el PLU, implica un ritmo de construcción incluso superior al que hemos conocido hasta ahora”, especifica Tangui Le Dantec, arquitecto cofundador de la Asociación. Es una cuestión de sentido común, “no se puede tener la misma parcela con vegetación y cemento al mismo tiempo”, ironiza el arquitecto.

Según las personas entrevistadas por Le Figaro, el problema de la opacidad de las figuras es recurrente. “No podemos obtener las cifras precisas de densificación bajo el mandato de Anne Hidalgo del ayuntamiento”, lamentan Christine Nédelec e Yves Contassot, presidente y vicepresidente de France Nature Environnement (FNE) París. Lo mismo ocurre con las cifras de plantación de árboles en París, que resultaron sesgadas, o las de espacios verdes, que mezclan jardines existentes abiertos al público y jardines creados. Así, de las 300 hectáreas de zonas verdes adicionales anunciadas en el nuevo PLU por el Ayuntamiento, éste indica a Figaro que habrá una creación neta de 15 hectáreas. “Hay un abismo entre los anuncios y la realidad”, suspiran los funcionarios de la FNE París. Sin mencionar que el PLU en cuestión tiene 1200 páginas y múltiples derogaciones, lo que lo hace muy ilegible y requiere “cálculos increíbles”, se quejan unánimemente las personas entrevistadas por Le Figaro.

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Afirmar hoy que se liberará el suelo también parece contradictorio con la política seguida por la ciudad desde 2014. Se habrían construido 5,3 millones de metros cuadrados en París entre 2006 y 2020, con una intensificación de la construcción bajo el mandato de Anne Hidalgo. El PLU anterior fue «una alfombra roja para los promotores», molesta Christine Nédélec, presidenta de FNE Paris y de la asociación SOS Paris. Entre 2006 y 2020, según el informe de presentación de PLU, se destruyeron 31 hectáreas de terreno abierto en París.

Otro punto de enfado y duda, el decreciente cuidado que se le da a los espacios verdes parisinos. “De nada sirve decir que vamos a liberar el suelo, si junto a él los mantenemos cada vez menos”, denuncia Dominique Dupré-Henry. «Los jardineros lo dicen en todas partes», dice ella. «Se han desestructurado los jardines, se han quitado las puertas», denuncia Tangui Le Dantec. “Basta con ver la evolución del presupuesto dedicado al mantenimiento de los árboles”. “Para nosotros, ya deberíamos proteger y mantener lo que ya existe”, dicen Christine Nédélec e Yves Contassot.

Además, “desecar el suelo no significa crear jardines”, señala Dominique Dupré-Henry. Puede que sea suficiente poner revestimientos artificiales, como en algunos patios escolares, para poder mostrar porcentajes favorecedores. O quitar el hormigón y dejar a la intemperie tierra muerta, contaminada y «tan pisoteada que ya no absorbe agua». “Pero lo realmente beneficioso es tener árboles”, enfatiza Tangui Le Dantec. “La deshidratación es el primer paso, pero después de eso hay mantenimiento, protección, plantación. Pero nada está previsto para el mantenimiento. También plantea nuevos problemas: la difusión de contaminantes por parte de las plantas que crecen en suelos nuevos o el pisoteo de suelos, como en el Champ de Mars, que provoca su muerte e impide la infiltración del agua. «La intención es loable», admite Tangui Le Dantec, «pero el infierno está empedrado de buenas intenciones».

“Propongo proteger los suelos vivos, más que seguir una política de cifras”, sostiene Tangui Le Dantec. “Está muy bien querer liberar tierra, pero hay que mirar su calidad”. Y lo más importante, según él, será la plantación de grandes árboles en los espacios liberados, que aportarán por ejemplo el 80% de la refrigeración del aire. Requieren el establecimiento lento y duradero de todo un ecosistema para ser mantenido.