El Contrato de Compromiso Joven (CEJ), lanzado en marzo de 2022, para personas alejadas del empleo, presenta un balance «lejos de ser negativo» pero sí «contrastado», indica la Inspección General de Asuntos Sociales (Igas) en un «balance de hitos» lanzado el miércoles. Con una duración de seis meses a un año, el CEJ tomó el relevo de la Garantía Juvenil para jóvenes de 16 a 25 años (29 para discapacitados) que no están empleados, ni en formación, ni en estudios (NINI). En principio, se acompaña de 15 a 20 horas de actividad por semana en las misiones locales o en Pôle Emploi: formación, inmersión en empresas, talleres de búsqueda de empleo, etc.
A un año de su lanzamiento, Igas constata un dinamismo “indiscutible” con “301.725 jóvenes habiéndose incorporado al CEJ a finales de enero de 2023”. En cuanto a las 15 a 20 horas de actividad semanal, el informe menciona una “media de actividad superior a las 15 horas”, pero señala que “el 40% de los beneficiarios no alcanzan este umbral”. Las entrevistas semanales se realizan «en menos de uno de cada dos casos». No obstante, los autores del informe señalan “la bajísima importancia de estos agregados nacionales” debido a la gran diversidad de prácticas. Recomiendan limitar este seguimiento al nivel local.
“El tablero de monitoreo de salida tiene un interés aún más limitado”, según este informe, cuyos autores recomiendan monitorear la tasa de empleo “por cohorte que ingresa al CEJ”. En cuanto a la evaluación del impacto del dispositivo, el Igas lo considera “prematuro”. El despliegue de la CEJ por “dos redes distintas” (Pôle emploi y las misiones locales) provocó “competencias entre operadores que socavaron el trabajo de cooperación”, señala el informe, que también señala “fricciones” en la puesta en marcha relacionadas con la despliegue en todo el territorio.
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Los autores señalan que el próximo establecimiento de France Travail (que reemplazará a Pôle emploi en 2024) debería permitir “aclarar los roles de cada uno”, pero ya recomiendan trabajar en una “mayor integración”. También juzgan «inadecuado e ineficaz» el mecanismo de sanción contra los participantes que incumplen las normas, por ser «complejo, demasiado lento y de escasa trascendencia educativa».
«Al final, los resultados del CEJ un año después de su lanzamiento están lejos de ser negativos, pero son mixtos», concluyen los autores, citando en particular «una carga administrativa percibida como demasiado alta». Es en “la cooperación entre las dos redes responsables del despliegue donde quedan los mayores esfuerzos por hacer”, señalan.