Le Figaro Burdeos
El prefecto de Gironda, Étienne Guyot, había devuelto en vano la graciosa solicitud de la asociación para la Defensa de los medios acuáticos (DMA) el 12 de abril, este lunes prevaleció el principio de precaución. El tribunal administrativo, instruido en juicio sumario, suspendió el decreto que autorizaba la pesca de lamprea hasta que se juzgue el caso en cuanto al fondo. Una decisión que suena como la sentencia de muerte de la temporada que terminaría el 30 de abril. Pero para Philippe Garcia, el presidente de DMA, es solo una batalla, y ciertamente no la guerra, lo que se ha ganado. “Nuestro objetivo no es ganar en los tribunales. Es que las cosas cambian bajo el agua: dejar de pescar es una condición necesaria, pero no necesariamente suficiente, para la supervivencia de la población de lampreas».
Para el ex oftalmólogo y pescador aficionado reconvertido a la protección de los peces, “las políticas pesqueras son presbicia y tóxicas”. Negándose a sí mismo como “animalista”, aboga por “una pesca que deje crecer la naturaleza, que la respete y que sólo tome lo que esta puede dar”. Criterios, que según él ya no cumplen los 37 profesionales que extraen de los ríos de la Gironda. Y por una buena razón: según el seguimiento de la especie por parte de la asociación MIGADO, incluido en el razonamiento del tribunal, los datos «confluyen para describir una situación catastrófica en la cuenca con una población reproductora en declive en las cuencas del Garona y del la Dordoña”. Doblados por una seria duda sobre la base del artículo 5 de la Carta del medio ambiente que permite concluir con “un riesgo de daño grave e irreversible”, los pescadores artesanales de la Gironda no pudieron luchar. Para su mayor desesperación.
“Estamos en estado de shock y nos sentimos impotentes. Tenemos nuestros frascos, nuestros puerros, nuestros clientes y nuestras inversiones en nuestros brazos”, dice Sabine Durand desesperada. El secretario general de la Asociación Homologada de Pescadores Profesionales de Agua Dulce de Gironda (AAPPED 33) «no entiende» esta decisión administrativa, que les condena a perder 15 días de un recurso que se vende a entre 30 y 35 euros el kilo. “Pescamos con embarcaciones pequeñas, no con grandes arrastreros”, insiste, convencida de que son los bagres los que perjudican la reproducción de la lamprea y no su actividad. Un argumento que no fue suficiente para convencer al juez considerando «determinar» el impacto de sus muestras en la supervivencia de la especie.
“Encontrar otro culpable es recurrente entre los pescadores. Pero cuando sacamos 77.000 lampreas del agua (es decir, la estimación mínima retenida por el juez, nota del editor)… No podemos decir que no tengamos impacto”, replica Philippe García. Para el activista, la cuestión ya no está porque después de haber preservado la naturaleza, le corresponde, según él, al Estado asumir las consecuencias. “Los pescadores deben darse prisa para convencer a la administración de que los compense. Es perfectamente posible, normal y legítimo. Proteger una especie en peligro de extinción es un tema social y debemos poder pagar la aplicación de la ley, lo que implica indemnizar a estas personas”, argumenta el sexagenario.
En cuanto a los restauradores que están preocupados por no tener más suministro para cocinar lamprea a la bordelesa, el presidente de la DMA tiene para ellos “una solución simple”. “No me deben hacer llorar”, dice, “solo tienen que llamar a los americanos donde hay tantas lampreas que son dañinas”. Hasta la fecha, la prefectura de Gironda aún no ha decidido si utilizará o no su derecho de recurso de casación para impugnar la suspensión de este sumario suspensivo.