Mientras Francia se prepara para vivir una nueva jornada de movilización contra la reforma de las pensiones, el INSEE dio a conocer este martes su primera estimación de las cuentas públicas de 2022. Como era de esperar, muestran claramente las cicatrices de las crisis vividas en los últimos años. El déficit público asciende al 4,7% del Producto Interior Bruto (PIB) y la deuda al 111,6%, tras respectivamente, en 2021, el 6,5% y el 112,8%. El país se acerca así inexorablemente al hito simbólico de los 3.000 millones de euros de deuda, pero, a los 2.950 millones, todavía no lo ha superado.
Tan degradadas como están, estas cifras son bastante buenas noticias en Bercy, porque el ministerio anticipó un impacto más violento. Las últimas estimaciones de déficit fueron del 5%. La deuda, por su parte, se pronosticaba en 111,5%. El crecimiento se confirmó en 2,6%, luego de 6,8% en 2021 y -7,9% en 2020.
Es esencialmente la inflación la que, al respaldar los ingresos fiscales, explica esta discrepancia con las previsiones. El año pasado, los ingresos por IVA aumentaron así casi un 9% con respecto a 2021. En enero, el Ministro Delegado de Cuentas Públicas, Gabriel Attal, anunció que el déficit presupuestario para el año 2022 sería de 151.500 millones de euros, 19.500 millones menos que las previsiones. incluidas en la última modificación de la ley de finanzas.
«La resiliencia de nuestra economía nos permite reducir el nivel de deuda al 111,6% del PIB y cumplir nuestro objetivo de finanzas públicas con un déficit por debajo del 5%», comentó el martes Bruno Le Maire. Sin embargo, el Ministro de Economía y Hacienda no presenta este ligero comienzo como una victoria. El jefe de Bercy promete por el contrario abordar con seriedad la recuperación de las cuentas públicas en el próximo presupuesto tras los sobresaltos de la pandemia y la inflación. Debe presentar en las próximas semanas una revisión de los gastos que identificaría varios miles de millones de ahorros. Las ayudas a la vivienda y los gastos de impuestos marrones, es decir, los beneficios fiscales favorables a los combustibles fósiles, deberían ponerse a dieta en particular.
Tras años de dilación entre intentos de sanear las finanzas y derroche total durante las crisis, el ministro ha tratado de reafirmar una doctrina clara. «Francia sufre un problema estructural: no producimos lo suficiente y gastamos demasiado», dijo. Nuestra estrategia siempre ha sido la misma: lograr que el gasto público aumente más lentamente que la producción pública”.
El gobierno tiene previsto presentar su nuevo programa de estabilidad a mediados de abril marcando la trayectoria de las finanzas públicas para los próximos años. Debería retomar el objetivo de campaña de reducir el déficit por debajo del 3% para 2027. Queda por ver cómo el ejecutivo logrará imponer la idea de ralentizar el gasto en el clima actual.