Javier Milei no habrá tenido estado de gracia. A partir del mediodía de este miércoles 23 de enero, los trabajadores argentinos son convocados a una huelga general por la Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato más poderoso del país, seguida de otras organizaciones para protestar contra la política gubernamental. El sindicato denuncia las medidas de desregulación total adoptadas por el presidente argentino para reactivar la economía del país, socavada por una inflación de tres dígitos y una deuda colosal. Se trata del primer movimiento social de gran envergadura desde la toma de posesión del candidato ultraliberal, hace 45 días, una precocidad récord para una huelga general.

Además de los paros, los sindicatos también preparan una manifestación “masiva” frente al Congreso en Buenos Aires. Pretenden presionar a los diputados argentinos para que revoquen el “decreto de necesidad y emergencia” (DNU) y no voten por la “ley ómnibus” y sus 664 artículos actualmente en discusión en el Parlamento.

Los dos textos prevén medidas de desregulación y liberalización de precios en numerosos sectores hasta ahora subvencionados, la privatización de empresas públicas e incluso una reforma profunda de la legislación laboral. Esta última disposición es fuertemente criticada por la CGT, que la considera un cuestionamiento de los logros sociales. El sindicato, que contará con 2,5 millones de afiliados en 2023, convoca a su cuenta X a una «movilización, el 24 de enero, para defender los derechos de los trabajadores, las indemnizaciones por despido, los convenios colectivos, la seguridad social y el derecho al trabajo». »

A su lado, la CGT puede contar con el apoyo de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), otro importante sindicato del país, así como de los sindicatos del transporte, la construcción, los agricultores y los trabajadores económicos informales. “Se están movilizando para probar el terreno social y mostrar sus garras contra el gobierno”, analiza Carlos Quenan, economista argentino y vicepresidente del Instituto de las Américas. Sin embargo, «los sindicatos son muy conscientes de la legitimidad del nuevo presidente elegido», añade el investigador. De ahí su llamamiento a una huelga limitada a sólo medio día.

Pero Javier Milei ya ha dado la cara contra esta movilización que percibe como un síntoma de la convivencia de “dos Argentinas”. El presidente, de 55 años, acusó a los manifestantes de querer «permanecer en el atraso, el pasado y la decadencia», y los opuso a quienes se ponen «en el camino del desarrollo».

El movimiento social llega en un contexto económico sombrío para Argentina, donde la inflación aumenta al 211% en todo el año 2023. El poder adquisitivo de los argentinos ha caído drásticamente y más del 40% de la población vive ahora en la pobreza, según las estadísticas proporcionadas por el Gobierno. Para remediarlo, el Ejecutivo apuesta por un “shock macroeconómico” provocado por la devaluación de más del 100% del peso argentino, que, por el momento, agrava más que corrige la subida de precios.

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La huelga general para desafiar la política gubernamental sigue a una serie de movilizaciones espontáneas, incluida la del 20 de diciembre, convocada por organizaciones de izquierda, poco después de las primeras medidas de Milei. Con sólo 25.000 personas, la manifestación, autorizada únicamente en las aceras según el estricto protocolo decidido por el Ministro de Seguridad, no alcanzó la dimensión esperada por sus organizadores. Este 24 de enero, las centrales sindicales dicen que esperan hasta 200.000 personas frente al Congreso.