Acaba de concluir en África un gran evento en el campo de la energía y el clima: la primera Cumbre Africana sobre el Clima, que tuvo lugar del 4 al 6 de septiembre en Nairobi, Kenia, y atrajo a nada menos que 28.000 participantes.

Esta cumbre tuvo una fuerte dimensión política, en un contexto donde los debates sobre el clima son cada vez más tensos entre los países ricos y los países en desarrollo. Estos últimos nos recuerdan abundantemente que los países ricos todavía no respetan su compromiso de dedicar 100 mil millones de dólares al año a inversiones relacionadas con el clima en sus países.

Las diferencias de opinión entre estas dos partes del mundo se basan en una simple división. Por un lado, los países ricos han alcanzado altos niveles de vida gracias al elevado consumo energético basado en combustibles fósiles, lo que los convierte en los principales culpables del calentamiento global.

Por otra parte, los países en desarrollo, incluidos unos cincuenta estados de África, han emitido muy pocos gases de efecto invernadero a la atmósfera. (El continente africano sólo aporta el 4%). Lo que no les impide querer alcanzar el mismo nivel de vida que los países ricos. Sin embargo, los objetivos de la lucha contra el calentamiento global les obligan a evitar en la medida de lo posible los mismos combustibles fósiles que han impulsado el desarrollo de los países ricos. De ahí este sentimiento de desigualdad e injusticia.

En términos de energía, los desafíos del continente africano son titánicos. Una gran parte de su población, casi 600 millones de personas sobre más de 1.200 millones de habitantes, no tiene un acceso fiable a la electricidad. Por lo tanto, debemos tratar de proporcionarles energía fiable, sin la cual no es posible el desarrollo socioeconómico.

A este desafío se suma el del crecimiento demográfico: se espera que la población del continente se duplique de aquí a 2050. A estos nuevos ciudadanos hay que ofrecerles perspectivas de una vida digna.

Aunque África representa el 20% de la población mundial, recibe sólo el 2% de las inversiones mundiales en energía limpia, según un informe conjunto del Banco Africano de Desarrollo y la Agencia Internacional de la Energía, presentado el 6 de septiembre en el marco de la Cumbre Africana sobre el Clima1.

Según este informe, las inversiones en energía deben duplicarse para 2030, a 200 mil millones de dólares por año, para proporcionar acceso universal a la energía y permitir que los países del continente cumplan sus objetivos climáticos.

Los países africanos tienen pocos recursos financieros. Para muchos de ellos, una deuda pública extremadamente pesada limita su capacidad para financiar proyectos. Por el lado del capital privado, los temores relacionados con los riesgos políticos y regulatorios, en particular, están generando una presión al alza sobre los costos de financiamiento, que son dos o tres veces más altos en comparación con proyectos similares en otras partes del mundo.

Se trata de grandes desafíos que deben preocupar a todos aquellos que están comprometidos con la mitigación del cambio climático. Las emisiones de gases de efecto invernadero no conocen fronteras. Las inmensas necesidades energéticas de África, su población joven que aspira a un futuro digno y su demografía galopante deberían recordar a los países ricos que el progreso en nuestra lucha contra el cambio climático también debe realizarse, y en gran parte, en este vasto continente.