Le Fígaro Nantes
Habla de sí mismo en tercera persona. Detenido pocas horas después de haber abandonado voluntariamente maletas en la estación de Nantes, un cincuentón compareció el viernes 5 de enero ante los magistrados del tribunal penal del casco urbano. Tres días antes, el accidente había requerido una evacuación, la creación de un perímetro de seguridad y la intervención de desminadores; Y esto, el día después de una primera amenaza de bomba, el 1 de enero. Identificado por las cámaras de videovigilancia, el acusado, sin domicilio fijo, sin papeles y con obligación de abandonar el territorio francés (OQTF), admitió estar en el origen de estas dos alertas. Su perfil nebuloso y su estado de salud mental preocuparon a los jueces, que ordenaron el aplazamiento de su juicio en febrero, mientras se realizaba una evaluación psiquiátrica.
Desde el palco de los acusados, el acusado desplegó en voz alta los confusos fragmentos de una historia incoherente, intercalados con interjecciones de obsequiosa cortesía dirigidas a la presidenta, Ariane Gajzler. Presentándose como francés, nacido en Neuilly-sur-Seine, aseguró que sus papeles estaban «bajo investigación» en París desde hacía diez años, lo que no le impidió proporcionar también 86 identidades diferentes a los investigadores durante su custodia. Pero, en aras de la justicia, el individuo es argelino; bajo OQTF desde 2022, no habría regresado a su residencia asignada. El individuo ya había provocado una alerta sobre equipaje abandonado en el aeropuerto de Nantes en abril de 2023. Salió libre del proceso que luego se abrió contra él.
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“Llevamos diez años pasando por un infierno. Si les dejé bolsas es porque dejamos documentos importantes para la ley, para encontrar mi documento de identidad y un trabajo”, indicó el viernes ante los magistrados, para justificar su accionar. Durante un intercambio lunar con su abogado, el acusado también aprovechó estar en contacto con una personalidad inesperada. «Si llamas a Jean-Marie Le Pen y a su familia, podrán decirte dónde está mi pasaporte», dijo, distorsionando fonéticamente el apellido Le Pen por «Le Pain». “Dormí en su casa varias veces”, continuó el sospechoso, muy serio.
“El acusado no siempre es coherente en sus explicaciones y hace comentarios tan confusos que surge la cuestión de su responsabilidad penal”, argumentó la fiscal Hélène Faessel, que solicitó -y obtuvo- la retención del individuo en prisión preventiva debido a sus “muy débiles” garantías de representación, el miedo “a que no recuerde una fecha si se la dan”, así como para evitar que vuelva a cometer su delito. Interrogado por el presidente, el acusado afirmó haber sido hospitalizado por trastornos psiquiátricos hace tres años. La motivación terrorista fue descartada la semana pasada por una fuente cercana al asunto. Las falsas amenazas de bomba se castigan con una pena máxima de dos años de prisión y una multa de 30.000 euros.