Amélie Nothomb: «Tengo un vínculo estrecho con mi hermana» vuelve de vez en cuando a Japón y su pasión por el país de su primera infancia. Esta vez es en una serie de audio sobre mitos japoneses, donde agrega una piedra a su propia leyenda. Japón, las flores de un mundo flotante con Amélie Nothomb es una serie de Audible, en diez episodios de media hora, que se estrena el miércoles. Esta filial de Amazon describe “una inmersión en el camino de los kami, en el sintoísmo, el camino del budismo y el zen, el camino de los samuráis y el camino de las artes”.
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Un año después de otro similar sobre los mitos de la Divina Comedia, el proyecto fascinó al autor de Stupeur et Tremblements (1999). Ella revisita muchos aspectos de la imaginación japonesa. “También hay muchos recuerdos de mi primera infancia. Japón es lo más íntimo para mí”, explica en una entrevista con la AFP.
Como dice el belga en el primer episodio: “Pensé que era japonés durante mucho tiempo. Fue una convicción profunda (…) El choque fundamental de mi vida consistió en ser arrancado de este universo perfecto, a la edad de cinco años (…) Lo experimenté como un accidente metafísico, una herida que algún día debería ser reparada.
Se comenta este punto de su biografía, dependiendo de la fecha real de nacimiento del autor. Amélie Nothomb dice que vino al mundo en Kobe en agosto de 1967, al comienzo de un cargo diplomático de su padre en la tierra del Sol Naciente. Esta versión la conserva, entre otras, el diccionario Larousse. Pero bien podría ser natural de Etterbeek, cerca de Bruselas, en julio de 1966. Así leemos en su biografía como miembro de la Real Academia de la Lengua y la Literatura Francesas.
Preguntado sobre este punto, el autor lanzó el año pasado en L’Express: «No me siento preocupado. No es tan malo, me desean mi cumpleaños dos veces al año. A la AFP, detalla: “Mi padre hablaba muy bien japonés, cantaba nô (una forma de teatro clásico japonés que combina poesía, danza y música, nota del editor). (…) Yo era uno de los tres niños que era visto como el niño japonés. Primero, porque nací allí pero, además, porque, como era el más joven, era el que había decidido introducir en la cultura japonesa.
Como relata en la novela autobiográfica Ni Eva ni Adán (2009), su japonés se atascó en gran medida en esta etapa de la primera infancia. “Soy un japonés analfabeto. Es un idioma que he hablado muy bien, aunque haya declinado mucho. Sé que ella todavía está allí. Pero me perdí los años famosos en los que aprendes a escribir”, explica.
Su conocimiento de los mitos japoneses combina, por tanto, la investigación libresca y la sensibilidad infantil. Como cuando retoma y desarrolla esta definición escuchada de su ex institutriz quien, cuando se le preguntó qué era el sintoísmo, respondió: “todo lo que es bello es dios”.
“Es absolutamente seguro que todos estos nuevos conocimientos reunidos germinarán. Pero es difícil decirte cómo germinarán. Seguro que algo saldrá de ello”, promete el novelista. Su último viaje al archipiélago había dado lugar a un libro un poco apartado en su obra, La Nostalgie happy (2013). Contó sobre la filmación de un documental dirigido por la que hoy es coautora de estas Flores de un mundo flotante, Laureline Amanieux. «No he estado allí por más de diez años. Pero, ay felicidad, voy a volver allá a divertirme”, revela la dama de los sombreros negros. Será a finales de mayo.