(Lausana) Extremadamente raros en el más alto nivel, los atletas transgénero han provocado, sin embargo, una avalancha de reglas específicas en los últimos años, empujando al mundo del deporte a aclarar los vínculos entre género y rendimiento, y a conciliar el debate científico y los derechos humanos.
Mientras continúa la clasificación para los Juegos de París, nada dice que la capital francesa verá a una competidora como la levantadora de pesas neozelandesa Laurel Hubbard, la primera atleta transgénero en participar en los Juegos Olímpicos, en 2021 en Tokio.
Además de Laurel Hubbard, tan emocionada que no pudo levantar ni una sola barra, la futbolista no binaria Quinn ganó el oro con las canadienses. Antes del evento, explicó que quería encarnar “una figura visible” para los jóvenes transgénero, como le hubiera gustado serlo cuando era adolescente.
La ex prodigio del skate, Alana Smith, por su parte, sorprendió durante la prueba callejera femenina: sonriente y relajada, la estadounidense no había intentado ninguna proeza técnica, afirmando que prefería la búsqueda de una medalla «su felicidad» y su «orgullo». como atleta no binario.
Los atletas transgénero llegaron así a la escena olímpica sin aplastar su categoría, lejos de las polémicas surgidas en torno a ciertas atletas hiperandrogénicas –mujeres con un exceso natural de hormonas masculinas– como la sudafricana Caster Semenya, doble campeona olímpica en los 800 m (2012, 2016), privada de competencia desde 2018 porque se niega a bajar sus niveles de testosterona, y en medio de una batalla legal en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Para los organismos deportivos, sin embargo, ambos temas plantean preguntas similares: si las mujeres logran rendimientos inferiores a los hombres en casi todas las disciplinas, ¿debería controlarse el acceso a la categoría femenina? Y cómo ?
En 2004, para su primera regulación sobre deportistas transgénero, el Comité Olímpico Internacional (COI) exigió una operación de reasignación de sexo al menos dos años antes de la inscripción en una nueva categoría -criterio levantado en 2011-, así como una “terapia hormonal” verificable para “un período lo suficientemente largo como para minimizar las ventajas competitivas basadas en el género”.
Pero en noviembre de 2021, el organismo olímpico invitó a las federaciones internacionales (FI) a establecer su propia política, proponiendo diez principios: aspirar a la “justicia” deportiva rastreando las ventajas fisiológicas “injustas y desproporcionadas”; confiar en datos específicos de su disciplina; pero también respetar el derecho a la privacidad, la no discriminación y evitar exámenes invasivos y presiones para seguir tratamientos hormonales.
La mayoría de las federaciones «exigían principalmente investigación científica», lo que sigue siendo «un desafío», explica la socióloga Madeleine Pape, especialista en género e inclusión en el COI y ex opositora de Semenya en los Juegos Olímpicos de 2008.
«Los estudios que se basan en una muestra suficientemente sólida de deportistas transgénero son muy pocos», subraya Pape. Además, analizan “un abanico muy limitado de características atléticas”, como la fuerza o la capacidad cardiovascular, cuando el rendimiento deportivo es multifactorial.
Para Magali Martowicz, responsable de derechos humanos del COI, también era necesario concienciar sobre los aspectos legales y humanos, ya que “los deportistas transgénero son tan pocos que existe cierto grado de desconocimiento” sobre su recorrido y su experiencia. .
Entre la cascada de regulaciones nacidas en los últimos años, la más estricta proviene de la World Rugby, que excluye pura y simplemente a las jugadoras transgénero de las competiciones femeninas, citando en particular el «riesgo demasiado alto de lesiones» en este deporte de contacto.
Las federaciones de atletismo, natación y ciclismo exigen una transición “antes de la pubertad”, lo que en la práctica equivale a una exclusión virtual, ya que la mayoría de los países no permiten un cambio de género tan temprano.
Y la estadounidense Lia Thomas, la primera nadadora transgénero en ganar una competición universitaria estadounidense, no pudo impugnar esta norma: fue rechazada a mediados de junio por el Tribunal de Arbitraje Deportivo, porque no fue admitida en la categoría élite por Estados Unidos. Nadar .
Desde el tenis hasta el triatlón, numerosas autoridades han fijado un período durante el cual los niveles de testosterona no deben superar un determinado umbral, mientras destacan varios deportes olímpicos: el tiro, que ha llegado a la conclusión de que «no hay ninguna ventaja» ligada a las hormonas masculinas, y en particular la gimnasia o judo, que no han adoptado ninguna norma internacional en este ámbito.