Varios centenares de aficionados se reunieron el jueves por la tarde frente a la sala del club de baloncesto Gravelines (primera división), devastada por un incendio el lunes, para un último «adiós» a su «catedral», constató un corresponsal de la AFP.

“Es una reunión simbólica que marca el vínculo del pueblo con esta catedral y con el club”, afirmó Christian Devos, presidente del BCM, en el momento en que debía celebrarse el encuentro entre el club del norte y el Paris FC, cancelado en causa del incendio.

“Vamos a ser valientes y vamos a encontrar soluciones (…) Podremos volver a estar juntos”, declaró al micrófono Marie France Louf, presidenta de la peña Les Irréducibles. Para Geoffrey Bailly, presidente de los Marines, este incendio es «un calvario», «duele, pero estaremos allí hoy y mañana estaremos allí», aseguró.

“Vamos a luchar en el campo para terminar la temporada. Empezamos mal el campeonato pero nos estamos levantando y con ustedes y su entrega vamos a seguir, vamos a luchar”, declaró un jugador del club, Valentín Cherry. El lunes por la tarde, un violento incendio comenzó en la piscina del lugar y se extendió a la sala de 3.000 asientos, muy conocida en Francia por el baloncesto, que ahora está destruida. La investigación debe determinar si se tipifica el delito de “destrucción de bienes ajenos por medios peligrosos para las personas”.

Para el club, 17º y penúltimo, la urgencia ahora es encontrar una o más salas para entrenar antes del partido en casa previsto el 20 de enero contra el Nanterre, cuyo equipo no parece estar amenazado. Se multiplican las reuniones entre el club, las autoridades del baloncesto francés y las autoridades locales para elegir una sala. Según Patrice Vergriete, presidente de la comunidad urbana de Dunkerque y ex alcalde de Dunkerque, la solución preferida consiste en adaptar Dewerdt, la sala de Dunkerque, donde juegan los jugadores de balonmano. La otra opción se refiere a la sala Calypso de Calais, según la LNB.