(Portoviejo) Cabezas inclinadas, pechos desnudos, manos en la nuca y tatuajes a la vista. Acurrucados, los reclusos de una prisión del oeste de Ecuador, donde la violencia es endémica, esperan el final de una nueva inspección realizada por agentes uniformados en busca de armas y estupefacientes.

» Quién es responsable ? Es la última vez que los saco y no quiero hacerlo de la manera más dura», amenaza un policía encapuchado mientras interroga a los detenidos durante una operación en la que participaron unos 700 policías y militares y a la que la AFP estuvo excepcionalmente poder asistir el miércoles.

Presos vestidos con uniformes naranjas salen corriendo de sus celdas y se sientan en el patio de la prisión El Rodeo, en la ciudad de Portoviejo, capital de la occidental provincia de Manabí.

En su piel, tatuajes como “Soy el diablo” o “Chonero 100% activo”, señal de su filiación con una de las principales bandas criminales del país, Los Choneros.

Desde el martes, policías y fuerzas armadas lanzaron un operativo masivo en toda la provincia para mostrar su determinación de luchar contra el crimen organizado, cuyos ataques se han intensificado en localidades como Manta, donde pistoleros abrieron fuego el domingo durante un espectáculo de circo, matando a tres personas, entre ellas un parlamentario e influencer local.

Todo esto mientras el estado de emergencia declarado a principios de este año por el presidente Daniel Noboa sigue vigente en siete de las 24 provincias del país, incluida Manabí.

En enero, la fuga de “Fito”, el líder de los “Choneros”, de una prisión de alta seguridad desató violentos levantamientos por parte de grupos narcotraficantes que provocaron disturbios carcelarios, ataques a la prensa, explosiones de coches bomba, tomas de rehenes temporales. la detención de unos 200 funcionarios de prisiones y policías, así como una veintena de muertes.

Comprometido en una lucha contra las bandas de narcotraficantes, el presidente Noboa estableció entonces el estado de emergencia y declaró al país en “conflicto armado interno”. Desde entonces, el estado de emergencia se ha extendido a zonas donde las pandillas se han “refugiado y refugiado” para escapar de la ofensiva militar.  

Desde que el país cayó en la violencia del narcotráfico, las cárceles ecuatorianas han sido uno de los epicentros de esta violencia, con recurrentes masacres entre reclusos miembros de bandas rivales.

«Estamos seguros de que hay muchas armas en esta prisión que aún no hemos encontrado, porque estaban escondidas en espacios subterráneos» o en escondites escondidos bajo losas de cemento, explicó el ministro de Defensa, Gian Carlo Loffredo, en una entrevista en un canal local. radio.

En 12 de las 36 cárceles del país hay presencia militar permanente, además de guardias de la administración penitenciaria (SNAI). En otros, las intervenciones y operaciones de búsqueda del ejército pueden durar hasta una semana.

Dentro de las celdas, debajo o detrás de las literas, los soldados golpean las paredes con herramientas y escuchan cualquier sonido hueco que les permita identificar escondites. Desde el suelo hasta el techo, se examina cuidadosamente cada hueco.

A la menor sospecha, derriban el muro con picos. Con la mano protegida por un guante de plástico, un soldado explora el hoyo recién cavado y saca bolsas de droga por aquí, peligrosas hojas de acero por allá, tarjetas SIM e incluso teléfonos móviles.

Nada se deja al azar. Los soldados también registran y examinan minuciosamente las tuberías y los sanitarios.

Desde 2021, al menos 460 reclusos han muerto en prisión durante sangrientas masacres y enfrentamientos entre bandas rivales. La violencia también está en las calles. Ecuador cerró 2023 con una tasa récord de 47 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a seis en 2018.

Las incautaciones de droga también se han disparado: 121 toneladas incautadas desde enero de este año, frente a las 219 de todo 2023. “Estamos ante un enemigo muy peligroso, muy preparado, muy equipado y con un gran poder económico”, advirtió el ministro Loffredo.

A principios de esta semana, tanques y soldados armados con rifles patrullaban las calles de Manta. “Es un enemigo que se camufla en la sociedad”, insistió el ministro.