Otro revés más para el primer vuelo tripulado de la nave Starliner de Boeing: su despegue hacia la Estación Espacial Internacional, con varios años de retraso, fue cancelado el lunes sólo dos horas antes del lanzamiento previsto debido a un problema técnico. Se ha identificado una anomalía en una válvula del cohete Atlas V que debe poner en órbita la cápsula Starliner, anunció el fabricante del lanzador, el grupo United Launch Alliance (ULA).

En teoría, un nuevo intento de despegue podría tener lugar el martes por la noche, así como el viernes, sábado o mediados de la próxima semana, pero la nueva fecha dependerá del análisis realizado por los equipos de ULA, una empresa conjunta entre Boeing y Lockheed. Martín. Si resulta que es necesario reemplazar la válvula, la operación tomaría “varios días”, dijo en conferencia de prensa Tory Bruno, director de ULA. Aseguró que sus equipos trabajarían “toda la noche” y deberían poder entregar sus análisis el martes por la mañana. “La tripulación nunca estuvo en peligro”, aseguró.

Los astronautas estadounidenses Butch Wilmore y Suni Williams debían despegar el lunes por la tarde desde Cabo Cañaveral, Florida. Al principio los preparativos transcurrieron sin contratiempos: el cohete estaba lleno de combustible, el tiempo era ideal y los astronautas estaban sentados en sus asientos. Al final, todavía tendrán que esperar.

Boeing juega a lo grande en esta última misión de prueba, que debería permitir a su nave unirse al club muy privado de vehículos espaciales que han transportado seres humanos. El gigante de la industria aeroespacial debe demostrar que su cápsula es segura antes de comenzar misiones regulares a la Estación Espacial (ISS), cuatro años detrás de SpaceX. Para la NASA, que encargó este vehículo hace diez años, hay mucho en juego: disponer de un segundo vehículo, además del de SpaceX, para transportar a los astronautas estadounidenses debería permitir responder mejor a “diferentes escenarios de emergencia, por ejemplo en el caso de emergencias”. en caso de problema en uno de los barcos, subrayó Dana Weigel, responsable del programa ISS.

El éxito de esta misión también sería más que bienvenido para Boeing, agitada por los problemas de seguridad de sus aviones, y cuyo programa de desarrollo Starliner se ha convertido en una saga marcada por sorpresas desagradables y aplazamientos sucesivos. En 2019, durante una primera prueba sin tripulación, la cápsula no pudo situarse en la trayectoria correcta y regresar sin llegar a la ISS. Luego, en 2021, mientras el cohete estaba en la plataforma de lanzamiento para volver a intentar el vuelo, un problema con las válvulas bloqueadas, esta vez en la cápsula, provocó otro aplazamiento. La nave vacía finalmente logró llegar a la ISS en mayo de 2022.

Boeing esperaba entonces poder realizar su primer vuelo tripulado ese mismo año. Pero los problemas descubiertos tarde, en particular con los paracaídas que frenan la cápsula durante su regreso a la atmósfera, provocaron nuevamente retrasos. “Hubo una serie de sorpresas que tuvimos que superar”, admitió el director de Boeing, Mark Nappi. Pero “hizo que nuestros equipos fueran muy fuertes”, afirmó. “Es bastante típico que el desarrollo de un vehículo espacial para humanos lleve diez años”, añadió.

Sólo un puñado de barcos estadounidenses han transportado astronautas en el pasado. La cápsula Dragon de SpaceX se unió a esta lista en 2020, sucediendo a los legendarios programas Mercury, Gemini, Apollo y los transbordadores espaciales. Después de que este último cesara en 2011, los astronautas de la NASA tuvieron que viajar a bordo de la nave espacial rusa Soyuz. Para poner fin a esta dependencia, la agencia espacial estadounidense firmó en 2014 un contrato por valor de 4.200 millones con Boeing y 2.600 millones con SpaceX para el desarrollo de nuevas naves espaciales.

A pesar de esta diferencia de financiación, “SpaceX terminó cuatro años antes”, señaló el lunes su competidor, Elon Musk, el jefe de SpaceX. “Demasiados directivos no son técnicos en Boeing”, afirmó. Una vez que Starliner esté operativo, la NASA quiere alternar entre vuelos de SpaceX y Boeing para transportar a sus astronautas a la ISS. Una vez que la ISS sea retirada en 2030, las dos naves podrían usarse para transportar humanos a futuras estaciones espaciales privadas.