(Guéthary) Cada primavera, examinan playas, dunas y acantilados con sus instrumentos de medición: los técnicos del Observatorio de la costa de Nueva Aquitania trazan un mapa del retroceso del litoral, que amenaza las viviendas y las actividades económicas, para ayudar a definir estrategias de desarrollo.
Desde hace veinte años, los datos se recogen de abril a junio, a partir de “transectos”, líneas virtuales perpendiculares a la línea de costa, que permiten evaluar la evolución del stock de arena, pero también la de las dunas y los acantilados, mediante un GPS. con precisión centimétrica.
Desde la desembocadura de la Gironda, al norte, hasta la frontera española en el País Vasco, al sur, se han elaborado 185 perfiles tras haber sido azotados por las tormentas invernales.
“El peligro natural es la erosión o la inmersión marina, y el problema es la casa que se ubicará sobre la playa: los dos asociados constituyen el riesgo”, explica Lisa Martins, ingeniera de riesgos costeros de la Oficina de Investigaciones Geológicas y Mineras (BRGM). asociado a la Oficina Nacional Forestal dentro del Observatorio.
Este trabajo tiene como objetivo, en particular, informar a los responsables de la toma de decisiones públicas sobre sus estrategias de desarrollo para un territorio en el que 6.000 viviendas podrían verse amenazadas por la erosión costera de aquí a 2050.
Así, la BRGM está asociada a diversas obras en curso, como la realizada en Bidart, en el País Vasco, en torno a un campo de golf situado en la ladera de un acantilado, parte del cual debe ser reubicado. O incluso un proyecto de desarrollo en San Juan de Luz, que en los próximos años deberá renaturalizar parte de su costa, trasladar allí las actividades económicas y reubicar una planta de tratamiento de aguas residuales.
Con sus 840 kilómetros de costa, Nueva Aquitania se enfrenta a diferentes problemas. Su costa arenosa, en Gironda y Landas, retrocede entre 1,7 y 2,5 metros por año. En Charente-Maritime, durante la última década, la costa occidental de la isla de Oléron ha retrocedido una media de 20 metros por año, lo que la convierte en la tasa de retroceso de costa más alta de Europa, según las cifras del Observatorio.
Por su parte rocosa, en el País Vasco, la evolución se mide en desprendimientos y desprendimientos. “La costa arenosa tiene una resiliencia que la costa rocosa no tiene porque en verano la playa puede rellenarse de arena, ya sea de forma natural o mediante la acción antropogénica de las comunidades”, enfatiza Lisa Martins.
Para 2100, los expertos del IPCC predicen un aumento del nivel del mar de entre 60 cm y 1 m. Este fenómeno provocará un aumento del límite de marea alta en las costas, especialmente en las rías. Durante mareas altas o fuertes marejadas, el impacto del oleaje será más fuerte en la costa y reforzará los procesos de erosión y inmersión.
“También juegan un papel importante las precipitaciones”, añade el ingeniero, “con el agua de escorrentía que se infiltrará desde lo alto del acantilado” y lo debilitará.
“Hoy sabemos que habrá un impacto en todas las variables climáticas, como el oleaje o las precipitaciones, lo que afectará a la intensidad y frecuencia de los eventos”, recuerda Lisa Martins. “Lo que aún no se sabe es el impacto sobre la erosión. ¿Qué efecto tiene si los episodios de lluvias son más o menos intensos, o más o menos numerosos? No tenemos las respuestas. »