El sulfatador está fuera. El día después de la sanción pronunciada por la oficina del grupo parlamentario de La Francia Insumisa contra la diputada de la LFI Raquel Garrido, privada de su cargo oficial de presidenta durante un período de cuatro meses por haber “difundido información falsa en la prensa sobre el grupo o sus integrantes”, el elegido va con todo. En una entrevista concedida a Le Parisien, publicada el martes por la tarde, considera que “La Francia insumisa puede prescindir de Mélenchon”. Su partido, que «está destinado a vivir mucho tiempo», no se vería «puesto en duda» por la salida de su figura tutelar. “Nuestro ADN es ser un partido de programa, no un partido personal”, afirmó la mujer que fue durante mucho tiempo abogada del exlíder presidencial. Y para tirar una piedra al jardín mélenchonista: “El candidato puede cambiar, jubilarse, cambiar de rol”.
Mientras La Francia Insumisa se aislaba, gracias a la guerra entre Israel y Hamás, también dentro de la izquierda, al no querer calificar al movimiento islamista de organización terrorista, el diputado del LFI se burlaba de un «núcleo, satisfecho de sí mismo, en torno a Jean-Luc Mélenchon que no busca unir”. Antes de aclarar el punto y deplorar “una tentación de división, de exclusión”. Siendo Jean-Luc Mélenchon una de las personalidades más rechazadas entre la clase política, Raquel Garrido criticó una “lógica mortal”, mientras que La France Insoumise debería, según ella, “unir” y “no dividir”. Motivo por el que protestó contra su sanción “por lesa majestad hacia Jean-Luc Mélenchon”. «Francia Insumisa es un programa, no un hombre», afirmó.
“¿Entonces sólo podríamos ser Insoumis si coincidimos con Jean-Luc Mélenchon?”, finge preguntarse Raquel Garrido. Quien pide a las tropas del LFI que “revisen (la) estrategia”. Si la diputada fue excluida de su grupo y recibió la misma sanción que Adrien Quatennens, culpable de violencia doméstica, no está aislada. Desde el martes por la mañana, una serie de personalidades rebeldes han acudido a brindar su apoyo. Como Clémentine Autain, que dijo estar “horrorizada” por la decisión. “A falta de poder debatir juntos, ¿podrían los dirigentes de mi grupo parlamentario facilitarnos la lista de precios en caso de divergencia política?”, se burló también el diputado de Somme, François Ruffin.