Elon Musk anunció el lunes 29 de enero que la start-up Neuralink, de la que es cofundador, colocó el domingo su primer implante cerebral a un paciente, una operación que ya han realizado varias veces otras empresas e investigadores. Situado en Fremont (California), en las afueras de San Francisco, Neuralink obtuvo en mayo luz verde de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Dispositivos Médicos de Estados Unidos, la FDA. Su implante, del tamaño de una moneda, ya fue colocado en el cerebro de un macaco, que logró jugar al videojuego “Pong” sin mando ni teclado. “Los primeros resultados muestran una actividad neuronal prometedora”, escribió Elon Musk en X (ex-Twitter), sobre el implante en un paciente.

Fundada en 2016, Neuralink está lejos de ser la primera en instalar un implante cerebral, también llamado interfaz cerebro-máquina (IMC), en un ser humano. En septiembre, la empresa holandesa Onward anunció que estaba probando el acoplamiento de un implante cerebral con otro que estimula la médula espinal, con el objetivo de permitir que un paciente tetrapléjico recupere la movilidad. Ya en 2019, investigadores del instituto Clinatec de Grenoble presentaron un implante que permitía, una vez instalado, a una persona tetrapléjica animar un exoesqueleto y mover los brazos o desplazarse.

Neuralink recaudó recientemente unos 323 millones de dólares de inversores en dos tramos, en agosto y noviembre. Neuralink pretende también hacer que los pacientes paralizados vuelvan a caminar, pero también devolver la vista a los ciegos e incluso curar enfermedades psiquiátricas como la depresión. Elon Musk también pretende ofrecer su implante a todo el mundo para permitir una mejor comunicación con los ordenadores y contener, según él, el “riesgo para nuestra civilización” que representa la inteligencia artificial.