El «bosque nuboso» de Monteverde, en el centro de Costa Rica, pronto dejará de merecer su nombre: el cambio climático amenaza este entorno único, su fauna y flora bajo un cielo desesperadamente azul. Aquí, uno debe escuchar el goteo constante de condensación de humedad que cae de los árboles. Pero son las ramas muertas las que rompen el silencio al resquebrajarse bajo las pisadas de los turistas en los senderos sobre la tierra seca.
El bosque de altura aún resiste y deleita al caminante con una variedad infinita de verdes bajo un sol, ¡ay!, deslumbrante: la niebla que aquí reinaba hace poco tiempo se disipa por efecto del aumento de la temperatura, lamenta 24 años -Antiguo guía Andrey Castrillo.
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“El bosque debe estar fresco”, explica. “Deberías escuchar las gotas cayendo por todo el bosque, pero eso solo sucede durante los días más húmedos y ventosos de la temporada de lluvias”, lamenta. “Aquí no había sol… Teníamos alrededor de treinta días de sol al año. Ahora tenemos más de 130”, lamenta la guía.
A 1400 metros sobre el nivel del mar, 140 km al noroeste de la capital San José, la reserva natural Monteverde (privada) se extiende sobre 14.200 hectáreas y alberga un centenar de especies de mamíferos, 440 de aves y 1200 de anfibios. Este tipo excepcional de bosque de altura representa solo el 1% de las áreas tropicales y subtropicales del mundo. “La nubosidad cercana al suelo se forma cuando la saturación de humedad está por encima del 90% con temperaturas entre 14 y 18 grados centígrados”, dijo a la AFP la investigadora de la Universidad de Costa Rica Ana María Durán, de 38 años.
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La investigadora explica que viene aquí regularmente desde hace más de veinte años. Normalmente, la niebla «casi permanente» da la impresión de «prácticamente caminar en medio de las nubes» y no se debe ver más de un metro, dice, mientras la mirada se hunde en el bosque donde hay una temperatura de más de 25°C bajo un cielo azul donde sólo unas pocas nubes coronan las cumbres.
«Llegar a Monteverde para encontrar condiciones tan secas y no estar en las nubes como lo estaba hace 20 años cuando comencé a venir es obviamente muy triste», dijo Durán. Temperaturas en aumento, menor humedad, más sol: los musgos están secos sobre los troncos de los árboles, los ríos no son más que arroyos y los anfibios aquí son las primeras víctimas del cambio climático.
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“La disminución de anfibios en los bosques nublados puede servir como una llamada de atención”, advierte la bióloga Andrea Vincent, quien enseña en la Universidad de Costa Rica. La especie Incilius periglenes, conocida como rana dorada o Monteverde, se considera extinta desde 2019 en la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Un bosque nuboso sin nubes, desaparecerá, tiene que desaparecer”, asevera el académico de 42 años, advirtiendo que “habrá muchas extinciones” de especies. Pero este “escenario desalentador” aún se puede evitar, espera: “Los ecosistemas son resistentes. Si hacemos esfuerzos para detener el cambio climático, es posible que los bosques nubosos se recuperen… no durante nuestra vida, pero tal vez para las próximas generaciones”.