Corresponsal en Jerusalén

La comunidad internacional está horrorizada por la magnitud de la carnicería que se produjo durante los disturbios por hambre en el bulevar Al-Rashid en Gaza. Durante la noche del miércoles al jueves, un centenar de palestinos murieron y unos 700 resultaron heridos cuando un convoy humanitario llegó al enclave. Alrededor de 300.000 personas viven en las ruinas de la ciudad de Gaza, casi sin ayuda alguna. El riesgo de hambruna es más inminente que nunca. Fue el hambre lo que empujó a miles de civiles a saquear un convoy de 30 camiones que llegaba a la ciudad.

Decenas de ellos habrían muerto en el movimiento de la multitud, algunos habrían sido aplastados por camiones. El ejército israelí niega haber disparado contra el convoy, pero admitió que tanques, cuyas tripulaciones se habrían sentido amenazadas, dispararon contra civiles. Aún no se conocen las circunstancias exactas de esta tragedia. Pero la condena de Israel, que controla militarmente el norte de la Franja de Gaza, es unánime.

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El viernes, Emmanuel Macron expresó en X su “profunda indignación por las imágenes que nos llegan desde Gaza, donde los civiles fueron atacados por soldados israelíes”. Expresando su “más firme desaprobación”, exigió “verdad, justicia y respeto al derecho internacional”. Su ministro de Asuntos Exteriores, Stéphane Séjourné, pidió “explicaciones” y “una investigación independiente para determinar lo sucedido”. Italia, España y Alemania están en la misma onda.

Estados Unidos exige “respuestas” del gobierno de Benjamín Netanyahu y una “investigación exhaustiva”. China ha pedido un alto el fuego. Arabia Saudita condenó “los ataques contra civiles indefensos por parte de las fuerzas de ocupación”. Qatar, uno de los principales mediadores en la guerra, exigió “acción internacional para poner fin de inmediato a la agresión (israelí)”. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió de urgencia y a puerta cerrada y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, denunció “nueva masacre”.

Ante esta tormenta, Israel está dando la espalda. Aparte de los intentos del ejército por esclarecer el asunto, hasta el viernes por la tarde no se había publicado ninguna reacción oficial. En la prensa israelí, el acontecimiento recibió poca mención. Sólo el periódico progresista Haaretz le da cierta importancia. Agotados por cinco meses de guerra, viviendo en condiciones inhumanas y luchando cada día por su supervivencia, los habitantes de la Franja de Gaza parecen haber seguido adelante. «Estamos acostumbrados», admite un refugiado palestino en el sur, cerca de Rafah. Aquí es así todos los días: ¡muerte y hambre!”.

Este acontecimiento, sin embargo, podría ser un punto de inflexión en esta guerra, desencadenada el 7 de octubre por el ataque terrorista de Hamás en el que murieron 1.200 israelíes y unos 250 fueron secuestrados. Según el Ministerio de Sanidad del movimiento islamista de la Franja de Gaza, la guerra ha dejado 30.000 muertos. Unos diez días después de su inicio, una explosión ocurrida en el patio del hospital de Al Ahli, en la ciudad de Gaza, despertó la emoción de la comunidad internacional. Inicialmente se rumoreaba que el ejército israelí había bombardeado a refugiados civiles, antes de que se supiera que un cohete defectuoso disparado por Hamás fue la causa de la explosión, poniendo fin inmediatamente al escándalo. Esta vez, la carnicería tiene una causa obvia: es la crisis humanitaria provocada por cinco meses de guerra.

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Desde hace semanas, las organizaciones humanitarias hacen sonar la alarma. El balance diario que publica la agencia de las Naciones Unidas encargada de la coordinación humanitaria es cada vez más deplorable. El último informe, que utiliza cifras del Ministerio de Salud de Hamás en la Franja de Gaza, es catastrófico en todos los aspectos. Además del centenar de muertos en el bulevar Al-Rashid, contabiliza 193 muertos y 920 heridos entre el jueves por la tarde y el viernes a las 12.30 horas. Afirma que sigue aumentando el riesgo de muerte por hambruna, que «afecta a niños y mujeres embarazadas». desproporcionadamente” y que se ve agravada por la mala calidad del agua. El portavoz de Unicef ​​en Palestina, al regresar de una estancia en la Franja de Gaza, Jonathan Crickx, confirma esta valoración.

Según UNICEF, el 15% de los niños que viven en el norte de la Franja de Gaza sufren de “desnutrición aguda”. En el sur de la Franja de Gaza, esta cifra cae al 5%. Los casos de niños que mueren por desnutrición están aumentando. “Las Naciones Unidas llevan una semana sin poder enviar ayuda al norte”, lamenta Jonathan Crickx. Se redujo a la mitad el número de camiones que pudieron entrar al sur. “En cualquier caso”, concluye este experimentado humanitario, “las organizaciones humanitarias no pueden satisfacer las necesidades de 2,2 millones de personas”. Además del alto el fuego, según él, hay que dejar que el sector comercial tome el control. Pero nuevamente, todo el sistema de producción de alimentos ha sido destruido.

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UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas encargada de los refugiados palestinos, es el principal actor de la ayuda humanitaria en la Franja de Gaza. Philippe Lazzarini, su comisario general, denuncia “una hambruna inminente provocada por el hombre”. También acoge con satisfacción la liberación de 50 millones de euros de la Unión Europea para su organización, con el fin de «mantener servicios vitales y esenciales para los refugiados palestinos». En el enclave, el sistema sanitario también se encuentra en un estado catastrófico. En los pocos hospitales que aún funcionan, los heridos siguen llegando. Con su objetivo de desmantelar militarmente a Hamas en la Franja de Gaza, el ejército israelí permitió que el caos se apoderara allí.