Más de 150 miembros del clero católico están acusados de actos de pedofilia «horribles y repetidos» sobre al menos 600 niños, desde los años 1940 hasta 2002 en Maryland, reveló el miércoles 5 de abril la justicia estadounidense, denunciando la «complicidad» de la Iglesia.
Estos sacerdotes y el personal de la arquidiócesis “realizaron repetidos actos horribles contra los niños más vulnerables de su comunidad, mientras que los líderes de la arquidiócesis hicieron la vista gorda”, según un informe del fiscal de este estado del noreste.
Este documento se refiere a la archidiócesis de Baltimore, muy cerca de la capital Washington. Es el resultado de una investigación abierta en 2018, como en muchos otros estados, tras una impactante investigación en Pensilvania. Allí están identificados unos 156 miembros de la Iglesia, sospechosos de actos de pedofilia con más de 600 niños. Pero el número real de sus víctimas “sin duda es mucho mayor”, señalan las autoridades, que recuerdan que solo se denuncia una pequeña proporción de las violaciones.
Insisten en la «complicidad» de la jerarquía eclesiástica, que «se negó a tomar en cuenta las denuncias de violencia sexual contra niños». “Cuando se hizo imposible negar”, la Iglesia se contentó con trasladar a las personas involucradas, a puestos en los que a veces volvían a trabajar cerca de niños, según la fiscalía. «La Arquidiócesis estaba más preocupada por evitar el escándalo o la publicidad negativa que por proteger a los niños». Este informe, aunque oficial, no constituye una acusación.
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En 2018, una investigación de la oficina del fiscal de Pensilvania descubrió actos de pedofilia cometidos por más de 300 «sacerdotes depredadores» en al menos 1,000 niños, y cubiertos por la Iglesia Católica. Este informe había causado conmoción en los Estados Unidos y, a su vez, muchos estados habían descubierto miles de otras víctimas.
Para su propia investigación, la oficina del fiscal de Maryland se basó en cientos de miles de documentos, así como en testimonios de víctimas y testigos. Se nombra a la gran mayoría de los implicados, pero la mayoría de ellos han fallecido y, por lo tanto, no pueden ser procesados.
Después de la publicación del informe, el arzobispo William Lori ofreció sus «más profundas disculpas» a las víctimas y admitió en un comunicado que estos «actos diabólicos (habían) tenido lugar». Prometió que este «período condenable» en la historia de esta archidiócesis no sería «ni ocultado ni olvidado». Desde finales de la década de 1990 se han decidido «cambios radicales» «para acabar con este flagelo», aseguró.