(La Paz) Después del intento fallido de un grupo de militares de derrocar al presidente Luis Arce, Bolivia está entrando en un nuevo período de turbulencia política en un contexto de crisis económica.

Las elecciones presidenciales de 2025, en el punto de mira, están abriendo el apetito, mientras reina el malestar dentro de la institución militar en un contexto de descontento popular por el aumento de los precios y la escasez en un país cuyos recursos de gas y litio siguen causando preocupación a nivel internacional.

Bajo el mando del jefe del ejército, general Juan José Zúñiga, soldados y blindados tomaron posiciones brevemente el miércoles frente al parlamento y al palacio presidencial sin enfrentamientos graves, salvo 14 civiles heridos.

El general Zúñiga, arrestado junto con otros 20 soldados en servicio activo, jubilados y civiles, afirmó haber actuado por órdenes del presidente, quien le pidió que “montara algo para aumentar su popularidad”.

Arce negó enérgicamente: “¿Cómo podría ordenarse o planificarse un autogolpe? […] Actuó por su cuenta”.

La oposición lo denuncia como una “farsa”.

Pero más allá de las sospechas y los lados oscuros, “creo que hay un profundo malestar dentro de las fuerzas armadas”, dijo a la AFP Gustavo Flores-Macías, de la Universidad de Cornell en Estados Unidos.  

“Pero el hecho de que el golpe haya sido contenido tan rápidamente demuestra que, por el momento, el poder civil tiene la ventaja”, considera.

Apoyado por sus seguidores y la comunidad internacional, el presidente boliviano sale fortalecido de lo que calificó como un “intento de golpe de Estado”.

“En el corto plazo, esto fortalecerá su gobierno […] Pero será de corta duración”, observa Pablo Calderón, de la Universidad Northeastern de Londres.

Cuando resta poco más de un año de su mandato que comenzó en 2020, Arce enfrenta múltiples frentes.

En el plano social con el descontento de los poderosos sindicatos del comercio y del transporte de mercancías por la desaceleración económica. En el plano político, un ala de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), se mantuvo fiel al expresidente Evo Morales (2006-2019), que pretende representarse bajo la bandera del MAS que él mismo creó.

Este efímero levantamiento “dará un impulso” a su muy probable candidatura a la reelección en 2025, porque fue “una demostración de su autoridad”, estima el analista Carlos Cordero, de la Universidad Católica de Bolivia.

Evo Morales, el primer jefe de Estado indígena que gobernó durante tres mandatos, quiere regresar al poder a pesar de una decisión del Tribunal Constitucional que lo prohibía por haber ejercido ya más cargos de los autorizados por la Constitución. Una decisión que impugna y considera “política”.

En 2019, mientras buscaba un cuarto mandato, se vio obligado a dimitir tras protestas que denunciaban fraude electoral. Se exilió durante un año bajo un gobierno interino de derecha antes de regresar con la victoria de Luis Arce, su ex ministro de Finanzas.

Los dos hombres ahora inmersos en una lucha por el poder se han convertido en enemigos.

El miércoles, ante el levantamiento militar, Evo Morales llamó a sus seguidores a movilizarse a favor de la democracia, sin mencionar en ningún momento a Arce.

Si hoy Luis Arce está al mando, el ex cocalero sigue “siendo el líder moral de la izquierda boliviana y será muy difícil que Arce lo encasille o lo excluya” de cualquier proceso de negociación política, considera el Analista de la Universidad de Cornell.

Con una población de alrededor de 12 millones, Bolivia atraviesa una profunda crisis a medida que los ingresos por las exportaciones de gas, su principal fuente de divisas hasta 2023, caen por falta de inversión.

Y menos exportaciones significan menos dólares y menos importaciones de combustible que el Estado vende a precios subsidiados.

Al mismo tiempo, el costo de vida ha aumentado, estrangulando a los hogares de bajos ingresos.

Lo ocurrido el miércoles “no mejora la situación económica, al contrario, la hace más difícil […] la incertidumbre tiende a ser mala para los negocios”, afirma el académico de la Universidad Northeastern.

Y el fracaso del golpe militar aumentará la “sensación de crisis” que sienten los bolivianos, señala el profesor Macías-Flores.