No es un secreto para (casi) nadie. En las cárceles francesas, las articulaciones giran como peonzas. Según varios estudios, incluida una encuesta publicada en marzo de 2017 por el Observatorio Francés de las Drogas y las Toxicomanías, el consumo de cannabis en las cárceles es «masivo o incluso endémico».
En la mayoría de los casos, la mercancía pasa por los salones o “cayendo en paracaídas” en los patios de ejercicios. Aunque prohibido, este uso a menudo sigue siendo «tolerado» para garantizar una forma de paz social entre los reclusos y la administración penitenciaria. No obstante, se realizan regularmente incautaciones, tanto en las celdas como en las salas de visitas.
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Para ello, este miércoles se ha puesto en marcha un operativo de control en las salas de visitas del centro de detención preventiva de Grasse, en el que han participado los policías de la comisaría local, asistidos por una unidad canina. En presencia de un fiscal ya petición del fiscal, todos los visitantes fueron inspeccionados. Entre ellos, se encontró a una mujer que llevaba cannabis, que había escondido en su ropa interior. “Lo que le permitió engañar a los controles humanos sin engañar al perro”, dijo una fuente policial. Se encontró una pieza de 46,84 gramos, pero también una tarjeta SIM y un cable para cargar un celular.
Además, el registro del casillero de su visitante reveló la presencia de otra pieza de resina de poco más de 54 gramos de peso. Puesto bajo custodia policial, la demandada explicó que quería “ayudar al detenido” al que estaba visitando, siendo este último un consumidor de cannabis “desde hace mucho tiempo”. Al término de su audiencia, quedó libre con fecha para dos citas judiciales: comparecencia previa admisión de culpabilidad (CRPC) y audiencia colegiada citada por policía judicial (COPJ).