El sorpresivo candidato presidencial de Guatemala, Bernardo Arévalo, objeto de intentos de descalificación durante la campaña electoral, ganó la segunda vuelta electoral el domingo 20 de agosto con la promesa de acabar con la corrupción en un país azotado por la pobreza y la violencia.

“Afortunadamente ya tenemos una tendencia importantísima”, dijo Irma Palencia, presidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE), al anunciar que Bernardo Arévalo había obtenido el 59% de los votos tras el conteo del 95% de los votos, contra el 36%. a su rival, la ex primera dama Sandra Torres.

El presidente derechista saliente, Alejandro Giammattei, reaccionó rápidamente en X (antes Twitter), felicitando a Bernardo Arévalo e invitándolo a «comenzar una transición ordenada al día siguiente de que se hagan oficiales los resultados». “La victoria del señor Arévalo significa la derrota de la vieja política, del partido en el poder (…). Comienza otra era para nuestro país y debemos movilizarnos por una transición pacífica”, señaló el analista independiente Miguel Angel Sandoval.

La votación se desarrolló sin que se reportara ningún «incidente significativo», según el TSE, que subrayó sin mayores precisiones un «porcentaje histórico de participación». Los dos candidatos en la carrera, Bernardo Arévalo, de 64 años, y Sandra Torres, de 67, afirman ser de centroizquierda. Pero si la primera cristaliza esperanzas de cambio en un país profundamente desigual, su rival era considerada la representante del establishment.

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Al frente del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), Sandra Torres prometió programas de asistencia social y diversos subsidios para los pobres. Sin embargo, contó con el apoyo de la derecha y de los evangelistas, y multiplicó los discursos conservadores. “La experiencia diplomática y parlamentaria de Arévalo le da una base de conocimiento y experiencia para formar un gran equipo de gobierno. Esto fortalece su legitimidad”, dijo Francisco Rojas, rector de la Universidad para la Paz (UPAZ).

“Habrá que ver si Sandra Torres concede la derrota, pero habrá un largo tiempo antes de asumir el cargo (14 de enero de 2024). Será un período complejo”, agregó. La exesposa del expresidente de izquierda Álvaro Colom (2008-2012) contó con el apoyo silencioso del mandatario saliente, cuyo mandato estuvo marcado por la represión contra magistrados y periodistas que denunciaron la corrupción.

En el pueblo indígena de San Juan Sacatepéquez, a unos treinta kilómetros de la capital, los votantes expresaron sus esperanzas de cambio. “Ya no podemos vivir en ningún lado porque hay mucha delincuencia”, lamentó Maria Rac, ama de casa de 66 años. Efrain Boch, un camionero de 47 años, dijo que espera que el nuevo presidente «ataque la corrupción que nos afecta».

“Tenemos confianza: el ganador será el pueblo de Guatemala”, dijo Bernardo Arévalo luego de votar en una escuela secundaria de la capital. Sandra Torres no se pronunció después de introducir su papeleta en la urna. Clasificado para sorpresa de todos en primera vuelta, Bernardo Arévalo cristaliza esperanzas de cambio, sobre todo entre los jóvenes que representan el 16% de los 9,4 millones inscritos.

“Hemos sido víctimas, presas, de políticos corruptos durante años”, dijo el miércoles. “Votar es decir claramente que es el pueblo guatemalteco el que dirige este país, y no los corruptos”, aseguró. Este sociólogo y exdiplomático es hijo del primer presidente elegido democráticamente del país, Juan José Arévalo (1945-1951).

El espectacular avance de Bernardo Arévalo preocupa a las élites económicas y políticas del país, percibidas como un peligro para sus intereses, y la fiscalía ha multiplicado los procedimientos en su contra. Por consejo de la fiscalía, un juez ordenó el 12 de julio la suspensión de su partido Semilla por supuestas irregularidades durante su creación en 2017.

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El Tribunal Constitucional había suspendido esta decisión, anulada el viernes por la Corte Suprema.La víspera, el fiscal Rafael Curruchiche, sancionado por “corrupción” por Washington, había anunciado posibles detenciones de dirigentes de Semilla. Tres décadas después del final de su brutal guerra civil, el país más poblado de Centroamérica está sumido en la pobreza, la violencia y la corrupción, lo que lleva a miles de guatemaltecos a emigrar cada año.