Cuando se convirtió en médico del ejército ucraniano, Vitaliï, consciente de las “grandes responsabilidades” que le esperaban, se prometió protegerse evitando cualquier estrés innecesario y decidido a resistir a largo plazo.

Después de más de dos años de guerra, y mientras los soldados rusos presionan cada vez más contra las filas ucranianas en el frente oriental, donde él sirve, la realidad está poniendo a prueba esa voluntad.

«Hay un alto nivel (de fatiga), para todos, en todos los niveles», dijo a la AFP el cirujano responsable de este punto de estabilización en la región de Donetsk, adonde son enviados los soldados heridos.

El ejército de Kiev se enfrenta a una escasez de reclutas. Y el evidente agotamiento de las tropas es motivo de preocupación.

“El enemigo ataca y avanza, presiona constantemente… Por eso los muchachos tienen falta de sueño y están agotados”, añade Vitaliï, de 38 años, después de tratar a un soldado gravemente herido.

En los últimos meses, los hombres de Moscú han aumentado su captura de pequeñas aldeas. Este avance, aunque son pequeños pasos, supone un duro golpe para la moral de los soldados, además de provocar pérdidas en las filas ucranianas.

El soldado que Vitaliï acaba de tratar fue, como muchos otros, víctima de un ataque con drones rusos que mató a uno de sus compañeros e hirió a otro.

Se escapó, sus piernas deberían poder salvarse. Pero no se pudo hacer nada por su mano, que quedó casi completamente arrancada.

“Estabilizamos su estado” antes de ser hospitalizado, explica Vitaliï.

“Sin una buena medicina, las pérdidas serían muy importantes”, subraya Andriï, un socorrista de 46 años. Lo que más le gusta es ver “la mirada de los heridos cuando vuelven a la vida”.

Sin embargo, los cuidadores, con rostros de cansancio, no ocultan que todo esto les pesa.

“Es exactamente como estar en un polvorín”, describe Vitaliï. Incluso en el puesto médico “esperamos una huelga, porque no estamos lejos de la línea del frente”, explica.

A menudo se atacan puntos de estabilización, estructuras primordiales.

Ante esto, cada uno lo afronta como puede. Vitaliï, por ejemplo, intenta aliviar la presión haciendo un poco de deporte. Unas cuantas flexiones aquí y allá, así como una siesta, cuando sea posible.

“Y por supuesto, nos lleva la convicción de que aún podemos sobrevivir”, asegura, convencido de que Ucrania ganará.

Después de dos años en el frente, ya sabe que es incapaz de “volver a la vida civil” algún día, consumido por el “estrés postraumático”.

“Cuando estamos aquí todo el tiempo, con sangre todo el tiempo, muerte todo el tiempo”, los civiles “no nos entienden y nosotros no los entendemos”, dice el socorrista.

“Todos los que participaron en esta guerra no volverán, ni vivos ni muertos”.