Fue a principios de junio. Muy esperado por los ucranianos, los tanques alemanes Leopard 2 lanzaron un ataque contra la línea Surovikin, que lleva el nombre de este general ruso que, desde el otoño de 2022, fortifica el frente sur en la región de Zaporizhia, donde se desarrolla una importante contraofensiva ucraniana. Como se esperaba, pretendía cortar en dos el territorio conquistado por los rusos avanzando hacia el mar de Azov, y aislar Crimea. Los ucranianos tuvieron que avanzar 150 kilómetros hacia el interior del sistema ruso. Pero casi cinco meses después, el avance de los ucranianos en dos puntos de este frente no supera los 15 kilómetros: la victoria más simbólica fue la captura del pueblo de Robotyne, de 300 habitantes antes de la guerra…
Las ciudades de Tokmak y Melitopol todavía están en manos rusas. Y estos últimos han recuperado la iniciativa, sobre todo en la región de Donetsk, donde presionan a la ciudad de Avdiivka, que pretenden cercar. El general Zalouzhny, comandante de las fuerzas ucranianas, se vio obligado a reconocer a principios de noviembre que se encontraban en un “impasse”, aunque precisó que los rusos también lo estaban. Faltan hombres, equipamiento y nuevas tácticas para tener en cuenta las nuevas tecnologías que están reestructurando profundamente el combate. Pero unos pocos cazas F-16 en un año no cambiarán la situación en tierra, ni tampoco unos cuantos misiles de crucero adicionales.
En vídeo y mapas complementarios, Le Figaro recuerda esta contraofensiva ucraniana del verano de 2023 que acabó en fracaso. ¿Por qué esto es tan? ¿Y cuáles son las perspectivas ahora para los dos beligerantes, mientras la ayuda occidental se agota en un contexto de tensiones políticas en Estados Unidos y guerra entre Israel y Hamas en el Medio Oriente?