Le Figaro Burdeos
En la calle del profesor Thimothée Piéchaud, en Burdeos, la residencia Les Augustins acoge desde abril a personas con trastornos mentales, aisladas y en situación precaria. Por primera vez en Gironda, mientras que en Nueva Aquitania ya existen 17 establecimientos similares. Cajas de llaves que contienen duplicados de los apartamentos, la presencia de una trabajadora social y una educadora que dirige el lugar, alquileres a precios reducidos y la ausencia de cuchillos en la cocina común… Aquí todo está pensado para que los inquilinos se sientan bien. . Un espacio protegido destinado a la reinserción social, inaugurado este martes por la noche, que cuenta con 25 apartamentos, 5 de los cuales son accesibles para personas con movilidad reducida.
“Hemos invertido la lógica en la filosofía y el enfoque de la vivienda social: con la política de vivienda primero, existe el deseo de construir la integración con las personas en sus propios hogares en lugar de verlas en una serie de alojamientos de emergencia”, explica Adeline Provini , la trabajadora social de la residencia de acogida. Los 19 inquilinos ya acogidos fueron elegidos tras un triple encargo realizado por el servicio integrado de recepción y orientación (SIAO) del departamento. Durante la parte médica de la selección, en la que se reúnen los médicos del Charles Perrens, el hospital psiquiátrico de Burdeos de acuerdo con la residencia, se analiza la estabilidad de la remisión del futuro inquilino. En caso de luz verde, una vez instalado y siempre que su situación le permita una vida comunitaria tranquila, podrá vivir en el local todo el tiempo que desee.
Audrey, de 45 años, abrió las puertas de su casa a Le Figaro. Después de dos años en el hospital, aprecia la independencia y autonomía que le ofrece. “Da satisfacción. Lo decoro como quiero, como cuando quiero”, explica la joven que ha optado por instalar una ristra de cojines de colores en su cama, un ordenador en su cómoda y algunos carteles. Para taladrar las paredes y colgar su marco de corcho, sin embargo, tendrá que recurrir a servicios generales. Una limitación que no parece pesarle. Al contrario, agradece el apoyo ofrecido por la residencia. «Eso me tranquiliza. Tenemos una persona de contacto que siempre está presente”, explica Audrey, aunque admite que, en caso de una reaparición de su esquizofrenia, “recurriría a su enfermera especializada”.
Los vecinos están así en contacto con la trabajadora social y con Olivia Merle, de 25 años, la monitora educativa que vela por que se respete la rueda de servicios de limpieza de las zonas comunes y que, sobre todo, ofrece actividades a quienes lo deseen. Sin embargo, los inquilinos no están obligados a registrarse con la administración todas las mañanas. Algunos disfrutan de una nueva libertad al ser discretos, mientras que otros disfrutan encontrando a la joven a diario. Por otro lado, todo el mundo está sujeto a ciertas condiciones: visitan su apartamento cada tres meses para “comprobar que pueden gestionar sus compras, su limpieza, etc.”, describe Olivia Merle. Si pueden agasajar como quieran durante el día, los inquilinos también tienen la obligación de avisar con 48 horas de antelación y obtener autorización para alojar a una persona en su habitación. Por 2 euros la noche, también podrán alquilar el estudio de invitados para sus seres queridos. Una posibilidad bastante rara en los centros de acogida, cuyo objetivo es recrear vínculos.
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Por 516 a 560 euros al mes (agua y electricidad incluidos), los residentes, la mayoría de los cuales reciben APL y asistencia para adultos discapacitados (AAH), reconectan con la estabilidad y se abren a una vida comunitaria normalizada. Por ejemplo, a Audrey le gusta llamar a Aurore, su vecina, para jugar a las damas o a las cartas. Un residente se encargó de poner un felpudo delante de su puerta. Y es posible socializar en la cocina común de la planta baja, que, sin embargo, permanece cerrada por las noches y los fines de semana desde que robaron el televisor este verano.
Gestionada por Cités Caritas, una asociación “cercana a las poblaciones en dificultades”, la residencia Augustins pertenece al arrendador Mésolia y depende en un 65% de financiación pública. El coste total del proyecto inmobiliario, que asciende a 2,7 millones de euros, fue financiado con algo menos de 1 millón de euros por la ciudad de Burdeos (250.000 euros), la Métropole (375.000 euros), la Gironda (125.000 euros) y la Estado (200.000 euros). Una colaboración sin la cual el nacimiento de este proyecto habría sido imposible, asegura Tiphaine Ornaghi, responsable del desarrollo de hábitats específicos en Mésolia.