Le Figaro Niza

En Francia, el cartero es un amigo. En bicicleta, en scooter o al volante de su furgoneta amarilla, el cartero de La Poste forma parte del paisaje e incluso del patrimonio. De hecho, sólo conocemos un enemigo, que también forma parte del folclore que rodea a la profesión: el perro. El mejor amigo del hombre, el mejor enemigo del cartero…

Pero desde hace varias semanas en el sensible barrio de Moulins de Niza, ya no es el momento para esta costumbre lúdica. Algunos agentes del grupo se sentirían en gran peligro. No por la presencia de unos cuantos perros rabiosos sino de individuos peligrosos, amenazantes e incluso agresivos. Tanto es así que los paquetes y el correo certificado, que requieren detenerse durante varios minutos en el mismo lugar mientras se sube el suelo de las torres, ya no se entregarían en los domicilios, sino que se dejarían en los puntos de relevo. Una situación desvelada por Nice Matin y que Le Figaro investigó.

La ciudad de Les Moulins, llamada “reconquista republicana”, debilitada por el tráfico de drogas y la consiguiente inseguridad, aparece regularmente en los titulares. No por su forma de vida sino por los ajustes de cuentas que allí se producen, a menudo muy violentos. Tiroteos, apuñalamientos, palizas organizadas por bandas… No pasa una semana sin que una nueva noticia sangrienta siembre la zozobra entre los vecinos de la zona. La pequeña oficina de correos del barrio, situada en la cosmopolita Place des Amaryllis, a un paso de un punto de venta muy prolífico, lleva las cicatrices de esta violencia diaria. Casi rota, la puerta de entrada de cristal está rota en varios lugares. Preguntado por la situación de los repartidores del barrio, el gerente de la pequeña agencia prefiere no hablar.

Bajo el pretexto del anonimato, un empleado postal accedió a testificar. “¡Es catastrófico!”, dice inmediatamente. “Algunos carteros ya ni siquiera entran en los edificios, porque si no les roban las bicicletas o los scooters”, asegura. Este último dice que sólo el correo se puede colocar pacíficamente en los buzones. “Porque es rápido y no requiere que te quedes en un lugar durante mucho tiempo. Mientras que cuando dejas un paquete o una carta certificada, que requiere firma, tienes que subir las plantas y dirigirte a las puertas. Aquí es donde las cosas pueden salir mal. Sobre todo porque los pasillos y las escaleras no siempre están muy frecuentados”, afirma.

En su discurso, esta cartera es seguida por un agente del depósito de retransmisiones de Colissimo situado a poca distancia, en la ruta de Grenoble. “No es nuevo, viene sucediendo así desde hace varios años. Hay determinados sectores donde los carteros ya no salen con correo certificado, sólo los más atrevidos. Lo mismo para los paquetes. A veces preferimos que la gente venga a recogerlos directamente al depósito”, explica. En el depósito y no en la oficina de correos de Moulins, que no los recibe desde hace varios años. “Para evitar problemas…” susurra el mismo cartero.

Regreso a la Place des Amaryllis. Es día de mercado, el tráfico es imposible. Tocamos la bocina, nos enojamos. En medio del tumulto, una furgoneta logra colarse. Se detiene en la entrada de la plaza de hormigón, justo delante de los bolardos de hormigón que impiden el paso de los vehículos. Un hombre baja rápidamente, abre la puerta lateral de la furgoneta y saca unos paquetes. Lo llamaremos Omar. También es cartero. También reparte paquetes durante todo el día. Conoce de memoria el barrio de Moulins. Con las armas cargadas de cajas de cartón, se dirige al estanco de Amaryllis, que, como muchos otros, también sirve de punto de relevo. “¡Todo es una mierda!”, canta. Según él, no habrá problemas de entrega en el barrio. Como prueba, quiere que le entreguen los 117 paquetes en su casa el día anterior, con un resumen que lo respalde. “Incluso cuando la situación se calienta, no hay problema. Oye, la semana pasada, cuando apuñalaron a un tipo, yo estaba entregando un paquete justo al lado”, dice con una sonrisa.

Sin embargo, la dirección de La Poste, contactada, confirmó sustancialmente la información de Nice Matin y los testimonios de otros empleados postales. A vuelta de correo electrónico, nos dice que «a raíz de algunas dificultades actuales en un sector (el barrio de Moulins, ndr), hemos decidido suspender temporalmente las cartas y los paquetes». Aún así quiere dar tranquilidad y recuerda que “la distribución está asegurada 6 días a la semana en el barrio”.

La situación sería más o menos la misma al otro lado de la ciudad, en el barrio Bon Voyage, en la ruta de Turín. Según el colectivo Mercantour, que lucha desde hace años para que las autoridades intervengan y pongan fin al reinado de los narcotraficantes en esta ciudad del este de Niza, los carteros ya no se atreverían a entrar en la Torre 21, cuyas zonas comunes son regularmente okupadas por traficantes de drogas. “En el HLM Mercantour ya no vienen ni siquiera los carteros, el correo certificado o los paquetes se marcan sistemáticamente como “ausencia”… a pesar de que estábamos presentes. El intercomunicador está funcionando. Por qué ? ¿Fobia a los ascensores? ¿Sería peligroso?”, denuncia en este sentido en la red social X (antes Twitter).