En el seno de una sinagoga del palmeral de Akka, dos arqueólogos, un marroquí y un israelí, escudriñan el suelo en busca del más mínimo fragmento, testigo de la milenaria presencia judía en los oasis del sur de Marruecos. Estas excavaciones sin precedentes forman parte de un proyecto de exploración y rehabilitación del patrimonio judío del oasis, que cayó en desuso tras la salida de gran parte de los judíos de Marruecos en 1967.

El descubrimiento esa mañana de un fragmento de manuscrito religioso en hebreo es «una señal de arriba», bromea el arqueólogo israelí Yuval Yekutieli, de la Universidad Ben-Gurion del Negev, miembro de un equipo de investigación de seis investigadores marroquíes, israelíes y franceses. Colaboración científica facilitada por la normalización diplomática entre Marruecos e Israel en diciembre de 2020.

Construida en tierra según la tradición arquitectónica presahariana, la sinagoga del pueblo de Tagadirt se salvó de la ruina in extremis. Ubicado en medio del «mellah», el barrio judío, permite comprender la vida de la comunidad de Akka, una vez encrucijada del comercio transahariano. “La urgencia es trabajar en este tipo de espacios vulnerables que están en peligro de desaparecer mientras contienen partes de la historia judeo-marroquí”, explica Saghir Mabrouk, arqueólogo del Instituto Marroquí INSAP.

Presente desde la Antigüedad, engrosada en el siglo XV por la expulsión de los sefardíes de España, la comunidad judía de Marruecos contaba con 250.000 miembros a mediados del siglo XX, antes de las oleadas de salidas que siguieron a la creación del Estado de Israel. Son alrededor de 2.000 hoy. Pero el asentamiento de judíos en los oasis marroquíes sigue estando mal documentado. “Este proyecto pretende estudiar a esta comunidad como parte integral de la sociedad marroquí y no desde un ángulo judeocéntrico”, insiste la antropóloga israelí Orit Ouaknine, de origen marroquí.

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El día avanza y los arqueólogos clasifican fragmentos de libros religiosos, amuletos y otros objetos enterrados bajo la «bimá», una plataforma elevada en el centro de la sinagoga desde la que se lee la Torá. “Lo más sorprendente es que nadie había escrito antes sobre este entierro”, subraya Yuval Yekutieli, y “tuvimos que hacer excavaciones para descubrirlo”. Porque si es obligatorio no tirar ni destruir los textos que invocan el nombre de Dios, no es habitual enterrarlos en tal lugar. Entre el material enumerado, cartas, contratos comerciales y matrimoniales, así como utensilios de uso cotidiano y monedas.

La sinagoga estaba empezando a deteriorarse cuando los saqueadores intentaron robar el tesoro enterrado. “La buena noticia es que una de las vigas se derrumbó, haciendo intransitable el acceso”, dice el arqueólogo israelí. A 100 km de Akka, se vio un intento de saqueo similar en la sinagoga de Aguerd Tamanart, donde comenzaron las excavaciones en 2021. Esta vez el patrimonio arqueológico no fue enterrado sino escondido en un almacén secreto detrás de una pared rota. La mayoría de los objetos se pudieron salvar, incluidos 100.000 fragmentos de manuscritos o amuletos.

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En Aguerd Tamanart como en Tagadirt, fue la arquitecta marroquí Salima Naji quien dirigió la restauración, en tierra cruda, respetando la tradición de esta región árida y desfavorecida. “Hace más de diez años comencé tipeando todas las sinagogas de la región. Mi experiencia de rehabilitación de mezquitas y ksour (pueblos fortificados) me ayudó a comprender mejor la de las sinagogas”, explica.

En Tagadirt, el trabajo aún está en progreso. El equipo de arquitectos está ocupado en restaurar la claraboya que da luz al edificio. Una obra vista con buen ojo por los habitantes musulmanes de la antigua mellah: “es bueno no dejar la sinagoga abandonada”, estima Mahjouba Oubaha, una artesana de 55 años.

La exploración del patrimonio judeo-marroquí permite estudiar los objetos, el hábitat pero también la forma de vida de los últimos habitantes de la mellah. Orit Ouaknine realizó entrevistas con antiguos habitantes judíos de los dos pueblos, asentados en Israel, Estados Unidos o Francia. “Es una carrera contrarreloj recoger estos preciosos testimonios”, explica el antropólogo israelí.

Más allá del trabajo de la memoria, el geógrafo francés David Goeury, especialista en la resiliencia de los espacios oasis y coordinador del proyecto, encuentra “estos lugares marginados extremadamente valiosos para entender cómo reorientar nuestras vidas hoy en las metrópolis”.