Contrition Village, un pueblo aislado en Florida, es un refugio para los delincuentes sexuales que han cumplido su condena. Las leyes estatales que les exigen residir a más de 300 metros de una escuela, parque o patio de recreo hacen que sea casi imposible que se reintegren. Archivados de por vida en Internet, estos indeseables encuentran una vida social en Contrition Village, viven de trabajos ocasionales y van a misa todos los sábados. La comunidad está gobernada por un reverendo, él mismo un delincuente sexual que ha cumplido su condena. Este entre sí se ve perturbado por la sospechosa muerte de un residente, quemado vivo mientras dormía. Marcia Harris, una reportera local que vive cerca de la comunidad, encabeza la investigación.
El pueblo de la contrición no es del todo ficción. Este lugar que ofrece un remanso de paz a los ex agresores sexuales existe bajo el nombre de Miracle Village. Los españoles Keko y Carlos Portela se inspiraron en él para desarrollar un thriller sumamente oscuro que invitaba al lector a la reflexión. ¿Está el mal en nosotros? ¿Y qué son los resortes? ¿Qué motiva a un pedófilo? ¿Es capaz de hacer sinceramente un acto de contrición? ¿Es posible la reintegración? Y sobre todo, ¿tiene derecho? ¿Podemos perdonar a un pedófilo?… Todas estas preguntas subyacen en este oscuro thriller.
El suspenso se entrelaza con la reflexión, en una puesta en escena hábilmente orquestada por Carlos Portela, considerado uno de los más grandes guionistas de su país, desplegando su talento tanto en el cine, la televisión como en la narración gráfica. Padre vengativo, periodista ávido de contar una buena historia, policías ambivalentes, divididos entre su deber y el asco que les inspiran los agresores sexuales, interventor judicial sobrecargado de trabajo, fotógrafo inmersivo interesado en el tema… Carlos Portela compuso todo un galería de personajes que luchan con estas cuestiones filosóficas, éticas e incluso religiosas cuando interactúan con depredadores sexuales.
Cada historia tratada en paralelo enfrenta al lector, al mismo tiempo que a sus protagonistas, con el mal encarnado. Escepticismo, confusión, repulsión, ira, cruzan la lectura de un libro tan edificante como inquietante. Retransmitido por la línea negra e intensa de Keko, el álbum contiene una dimensión opresiva que sirve brillantemente a este thriller de suspenso sostenido, conducido sin voyerismo ni obscenidades. Y de donde sale el lector turbado e inclinado a la meditación.