Amante de la música, el rey Carlos presidió personalmente la elección de la música en la Abadía de Westminster. Rico programa. Entre la tradición y la apertura. Que reunirá a los pilares musicales de la monarquía (de William Byrd a William Walton, pasando por Handel o Vaughan-Williams) con las voces de la modernidad. Desde la maestra de música de Isabel II, Judith Weir, hasta el compositor estrella de El Fantasma de la Ópera, Andrew Lloyd Webber, pasando por… himnos góspel. Programa cargado de símbolos, también. De las doce nuevas obras encargadas para la ocasión, cinco serán de mujeres. Y para acompañar a la Orquesta de la Coronación dirigida por Sir Antonio Pappano – y los coristas de Westminster junto con los refuerzos de élite del Coro Monteverdi de John Eliot Gardiner, tres solistas: el barítono galés Bryn Terfel. Su colega de origen galo-jamaicano Roderick Williams (también eminente compositor de música coral). Y la sudafricana Pretty Yende, 38: primera cantante africana invitada a una coronación de rey o reina de Inglaterra.
LE FÍGARO. – ¿En qué estado de ánimo te acercas a esta ceremonia?
Linda YENDE. – Con la misma seriedad, la misma fiebre y el mismo compromiso que para cualquier invitación a cantar en una gran ópera. Incluso si solo cantaré por unos momentos como solista, no es una «presentación». Cantar para el rey es un honor inmenso, pero un honor que te compromete. Es apropiado para estar a la altura de las circunstancias, así como para un juego de roles. No solo para ti, aunque soy consciente de que sin duda habrá un antes y un después, porque todos los focos del mundo se vuelven de repente hacia Westminster. Pero también para las generaciones futuras y el futuro de la música clásica. Esta es una oportunidad única para recordar que la buena música hace la gran historia. Y esa historia siempre se ha escrito en la música.
Eres la primera soprano del continente africano en participar en una ceremonia de este tipo. ¿Presión adicional?
Me doy cuenta de lo que eso significa. Pero también sé que no fui elegido por el símbolo, sino porque el rey Carlos ya me escuchó cantar y aprecia sinceramente mi voz.
¿Cómo te encontraste con él?
Había venido a escucharme por primera vez en Covent Garden, en la Royal Opera House de Londres, en La Traviata de Verdi. Lo apreció tanto que luego me invitó a venir y cantar en Windsor, para el 75 aniversario de la Royal Philharmonic Orchestra (que el Príncipe de Gales asumió como patrocinio en 2021, Ed). Había cantado arias de ópera que forman parte de mi repertorio, como la cavatina de Rosine «Una voce poco fa», del Barbero de Sevilla de Rossini. Pero también piezas más ligeras como Somewhere over the Rainbow. Fue extremadamente elogioso. Lo que no impidió que me cayera de la silla cuando mi agente me llamó en diciembre, mientras cantaba en la Staatsoper de Viena, para decirme que el rey me quería para la ceremonia.
Viena, donde actualmente cantas Manon de Massenet, antes de regresar a París el próximo mes para Roméo et Juliette de Gounod… ¿No es este el mayor logro ante todo el de una carrera joven salpicada de éxitos?
Cuando pienso en todo lo que me ha pasado en los últimos años, me siento feliz y agradecida. Para mí, que crecí en un pueblo aislado en la punta de África, que descubrí la ópera en la televisión, cada aparición exitosa en el escenario es un regalo. Y tengo recuerdos fabulosos en París. En El barbero de Sevilla, precisamente, donde recibí tan calurosa acogida. O en Lucia di Lammermoor, donde los espectadores me recogieron con una ovación de pie en medio del espectáculo que nunca olvidaré. Es aún más fuerte cuando sabes que el público parisino tiene la reputación de ser uno de los más difíciles de complacer (risas). Así que, por supuesto, estoy deseando que llegue esta Juliette. Es un personaje que adoro, y que para mí siempre ha sido un símbolo de libertad. Dios sabe si lo necesitamos ahora mismo. Símbolos, como la libertad.