El cine de M. Night Shyamalan (El sexto sentido, Split) es conocido por su suspense y finales inesperados. Sus obras son desiguales, pero su método está comprobado.

Su hija, Ishana Night Shyamalan, utiliza la misma receta para su primer largometraje, The Watchers. Aunque la conclusión no es impresionante y el camino para llegar hasta allí un poco aburrido, el joven cineasta consigue mantenernos en vilo gracias a una eficaz mezcla de momentos de tensión y liberación. La trama, tomada de una novela de A. Shine, que da nombre a la película, se prestó bien a un ritmo de dos velocidades.

Mina (Dakota Fanning) recibe un mandato del jefe de la tienda de mascotas donde trabaja para transportar un ave rara de un extremo a otro de Irlanda. Su viaje la lleva a un espeso bosque en el oeste del país. Antes de que se quede atrapada allí, nos regalan hermosas imágenes de la Isla Esmeralda. Al caer la noche, Madeline (Olwen Fouéré), Ciara (Georgina Campbell) y Daniel (Oliver Finnegan) abren la puerta a la mujer estadounidense perdida y su loro amarillo. El trío vive en una casa de arquitectura brutalista que tiene una sola habitación y un gran espejo de doble cara. En cada atardecer, deberán alinearse al frente para ser observados por las criaturas que los dejarán con vida si obedecen esta regla y algunas más.

Estos se intercalan durante la calma de los días, a veces con largos monólogos explicativos. The Watchers se basa en mitos irlandeses que no carecen de interés, pero se presentan de forma llana. Ishana Night Shyamalan, quien adaptó el libro a la pantalla grande, todavía dirigió hábilmente a sus actores. Representan una amplia gama de posibles reacciones ante un entorno perturbador. Aunque son muy numerosos, los primeros planos del rostro de Dakota Fanning (I Am Sam, The Runaways, Ripley) comunican bien la emoción deseada. Su juego es mesurado y nunca cae en la histeria. Lo mismo ocurre con los demás actores.

Si bien este aspecto es refrescante, sin duda contribuye al hecho de que The Watchers fracasó en su tarea de asustarnos. Nada es lo suficientemente perturbador como para perturbar nuestro cerebro que busca dilucidar el golpe antes del final. Un efecto del método Night Shyamalan.