El incidente fue el punto de inflexión del 1 de mayo. Si bien la izquierda política y sindical está acostumbrada a hacer de este Día del Trabajo una jornada de lucha y de reivindicaciones sociales, recorriendo las calles de toda Francia, con sus fracturas internas ligadas al conflicto entre Israel y Hamás, a pocas semanas de las elecciones europeas, esta año vino a impactar el tradicional momento unitario. Raphaël Glucksmann fue la principal víctima. Al ser el líder de la lista pública del PS-Place menos radical que sus competidores rebeldes en Gaza, un enclave cuya situación no le lleva a calificar la respuesta del Estado hebreo de “genocidio”, su llegada hace dos semanas en una procesión había terminado corto en Saint-Étienne (Loira).
Activistas pro palestinos lo atacaron, arrojándole pintura y profiriendo insultos. Luego se corearon “Glucksmann, salga de allí” o “Palestina vivirá”. Éste había llegado incluso a perseguir al ensayista por las calles de la ciudad. Suficiente para disuadir al candidato y su séquito de unirse a la manifestación. Rápidamente, el vídeo de su exfiltración circuló en las redes sociales. Vimos a Raphaël Glucksmann, con una sonrisa casi beatífica y una capucha en la cabeza, siendo sacado por su escolta. Unos días después, el pretendiente de 44 años volvió a este episodio con Paris Match. “Me quedé en shock”, dijo este miércoles. “Ese día, mi sonrisa era una máscara. En los ojos vi el odio de la gente que gritaba “sionista sucio””, afirma el eurodiputado.
Si “(su) reacción espontánea hubiera sido ir a la confrontación”, Raphaël Glucksmann considera que “habría arruinado (su) campaña”. Con un fuerte avance en las encuestas, quien viste los colores del Partido Socialista ha tomado el liderazgo sobre sus competidores. Convertido en un objetivo de facto, explica que su “dinámica perturba a quienes pensaban que tenían control sobre la izquierda”. La condena muy moderada de Jean-Luc Mélenchon el 1 de mayo había aportado, a este respecto, agua a su molino. El fundador de La Francia Insumisa puede haber “desaprobado” la exfiltración de su oponente, pero esta “acción proporcionó”, según él, “una diversión mediática y un papel de víctima para Glucksmann, que aprovechó la ocasión para acusar” a su movimiento político.