Entonces, ¿cómo podemos definir este Sterrato? A medio camino entre un coche de rallyes del Grupo B que Michèle Mouton y Walter Röhrl podrían haber conducido en su época y un Huracán de producción. Debe su equipamiento a este mandato multiterreno tan poco ortodoxo para un superdeportivo. Todo comienza con la distancia al suelo, elevada 4,4 cm y resaltada por spoilers y difusores traseros fabricados en plástico mate listos para recibir golpes. Las molduras literalmente atornilladas a los guardabarros delanteros y traseros despiertan aún más curiosidad; son necesarios tanto para protección como para compensar los carriles ensanchados 3 cm. Otro elemento esencial: los neumáticos con tacos salientes y flancos carnosos diseñados específicamente por Bridgestone para mantener el agarre y la tracción en diversas superficies.
Si las modificaciones exteriores despiertan fascinación, el interior se mantiene a priori sin cambios en comparación con las demás decoraciones del Huracán. Esto no es un problema en sí mismo, porque el montaje permanece tan limpio como lo recordamos. El Alcántara cae en cascada sobre el profundo tablero para crear una atmósfera deportiva y la estructura opcional de fibra de carbono brinda un confort incomparable, a pesar de su aparente firmeza. La posición de conducción baja nos recuerda constantemente que estamos al volante de un vehículo excepcional. El tema del “avión de combate” persiste en la configuración de las teclas, todas delimitadas por un divisor metálico. La simetría de la colocación de las boquillas calma la vista y limita las distracciones. Pero, como todo buen Lamborghini que se precie, este Huracán induce a hacer concesiones, sobre todo en lo que respecta al espacio libre, pero también al espacio de almacenamiento siempre reducido y a la ubicación de determinados mandos.
Más allá de la necesaria excentricidad del exterior, la verdadera estrella es el V10. Con una cilindrada de 5,2 L y situada a 90 grados, esta obra maestra de la mecánica se encuentra en sus últimas vueltas del cigüeñal, capaz de superar las 8.000 rpm. Pero no sería aconsejable analizarlo únicamente por su brillantez mecánica, que se expresa en un sensacional aumento desde el rango medio. La furia de sus 602 CV (unos treinta menos que el Tecnica) se expresa a través de una formidable música enojada cuyo rango vocal progresa hacia un poderoso impulso. En este sentido, este Huracán es fundamentalmente Lamborghini en su lirismo y nos deja guiar con gran precisión la orquesta de diez cilindros mediante levas fijadas en la columna de dirección. La caja de cambios de doble embrague (siete marchas) dosifica elocuentemente sus intervenciones para añadir una dimensión sensorial adicional.
Sin embargo, hay motivos para cuestionar el valor real de estas importantes modificaciones realizadas en el chasis de un coche que ya de por sí es muy brillante. Afortunadamente, todos estos temores se disipan rápidamente. Descubrimos en este Sterrato un comportamiento progresista que podría compararse ventajosamente con el espíritu de un Mazda MX-5. Los amortiguadores electromagnéticos de mayor recorrido suavizan los baches de la carretera sin excesiva suavidad y los movimientos de la carrocería son más marcados y menos agitados. A este cuadro se suman neumáticos con menor agarre en asfalto, por su polivalencia. Estas opciones técnicas hacen que este Huracán sea verdaderamente más comunicativo, incluso jovial en carretera, sin perder eficiencia. También es difícil encontrar un superdeportivo que se adapte mejor al contexto quebequense, con su tracción total que hace milagros en el aspecto de la tracción y, al mismo tiempo, es muy divertido en su configuración.
Es sin duda aquí donde el Huracán más expone el hecho de que se encuentra al final de su recorrido. Su sistema multimedia se sitúa en la consola central a través de una pantalla táctil vertical, una posición que no es la óptima para un coche que requiere un buen grado de atención a la hora de conducir. Su interfaz tampoco ayuda mucho a su causa con su construcción poco intuitiva y su relativa lentitud en comparación con sus contemporáneos. El elemento más irritante reside en el simple ajuste del volumen del audio, que debe realizarse de forma digital tras pulsar una pestaña en la parte inferior de la pantalla. La velocidad de actualización de la instrumentación también delata la antigüedad bastante avanzada de la arquitectura, además de la ausencia de soportes de seguridad activa. Sin embargo, olvidamos rápidamente estas deficiencias al volante, la razón principal de un coche así.
Lamborghini siempre ha prosperado con lo impredecible, con la emoción. Está en su ADN. El Miura y el Countach, que sentaron las bases de los superdeportivos modernos gracias al asombro y el asombro que suscitaron, son buenos ejemplos. El SUV LM002 también con su postura totalmente loca que aún hoy causa sensación. El Huracán Sterrato es una obra mucho más seria y técnicamente lograda que sus antecesores, eso es obvio. Pero no podemos negar la conexión del espíritu con ellos en el cuestionamiento del status quo que provoca. Sin embargo, lo más impresionante de este superdeportivo es que consigue hacer funcionar muy bien un concepto que resulta magníficamente absurdo sobre el papel. Entonces, ¿por qué existe este Huracán Sterrato en botas de montaña? Porque es un Lamborghini, fundamentalmente.