Sentados en sillas de plástico, alimentados con moderación, pero en buenas condiciones físicas… Mientras los rehenes israelíes retenidos por Hamás son liberados gracias al acuerdo alcanzado entre el grupo terrorista islamista y el Estado hebreo, sus condiciones de detención en la Franja de Gaza se vuelven cada vez más más claro.

Merav Raviv, cuya tía Ruth Munder, su prima Keren Munder y su hijo Ohad fueron liberados el viernes 24 de noviembre, dice a The Times of Israel que dicen que los alimentaron con arroz pita. Las comidas eran irregulares, añadió a Associated Press (AP). Explica que su prima y su tía perdieron siete kilos cada una durante sus 50 días de cautiverio.

“Cuando necesitaban ir al baño, tenían que tocar la puerta”, añade, añadiendo que “a veces tenían que esperar una hora y media para ir”. Sus captores estaban armados pero sus rostros no estaban ocultos, informó Merav Raviv en una entrevista en la televisión israelí. Sus familiares, que siempre se han mantenido juntos, aseguran también que los miembros de Hamás que los vigilaban los amenazaron haciéndoles como si les degollaran.

“Siempre les decían que susurraran”, dijo a la AP Yair Rotem, cuya sobrina Hila, de 12 años, también fue liberada. “Le vuelvo a decir que puede volver a alzar la voz”. Los rehenes estaban «en un túnel», explica Eyal Nouri, sobrino de Adina Moshe, de 72 años, liberada el viernes. Su tía tuvo que acostumbrarse “de nuevo a la luz del día”, dice, y agrega que “durante su cautiverio, estuvo desconectada del mundo exterior”.

Tanto es así que Adina Moshe no supo que iba a ser liberada, “hasta que vio a la Cruz Roja”. Muchos rehenes también descubrieron el destino de sus seres queridos tras su liberación. Algunos se enteraron de que uno de los suyos había sido asesinado durante el ataque del 7 de octubre. Otros, como Yaffa Adar, de 85 años, tuvieron el placer de volver a abrazar a sus seres queridos que creían muertos.

Liberado a finales de octubre, mucho antes del acuerdo de tregua entre Israel y Hamás, Yocheved Lipschitz, de 85 años, describió condiciones de detención similares. Dijo que la retuvieron en túneles bajo Gaza, que le comieron pan de pita, queso y pepinos y que la trataron bien.

La mayoría de los rehenes liberados parecen estar en buenas condiciones físicas, a pesar de un trauma psicológico indeleble. Dos, sin embargo, se encuentran en una condición más grave: Alma Abraham, de 84 años, que al parecer no recibió tratamiento médico durante su cautiverio, y una joven que fue vista cruzando la frontera con muletas.