Rusia criticó el lunes 25 de septiembre al Gobierno de Kosovo por «la sangre derramada» la víspera durante el mortal incidente ocurrido cerca de la frontera serbia, y le advirtió contra el riesgo de arrastrar «a toda la región de los Balcanes a un peligroso precipicio».
«No hay duda de que el derramamiento de sangre de ayer (domingo) es una consecuencia directa e inmediata de la política del llamado ‘primer ministro Albin Kurti’ de incitar al conflicto», afirmó el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, advirtiendo que cualquier intento de agravar la situación Es probable que la situación arrastre “a toda la región de los Balcanes a un peligroso precipicio”.
Según Moscú, la policía de Kosovo «se ha desacreditado durante mucho tiempo mediante actos punitivos sistemáticos contra la comunidad serbia». «Las fuerzas especiales fuertemente armadas que han invertido en zonas no albanesas son el arma principal utilizada para expulsar a los serbios de Kosovo», acusa además la diplomacia rusa.
Refiriéndose al embargo de bienes procedentes de Serbia, Rusia dice que “las localidades del norte (de Kosovo) han estado al borde de una catástrofe humanitaria durante meses”. «Existe una amenaza directa de un retorno a la limpieza étnica que habían practicado los extremistas albanokosovares», dijo el ministerio ruso.
La muerte de un policía kosovar en una emboscada el domingo, seguida de intercambios de disparos entre hombres fuertemente armados atrincherados en un monasterio, constituye uno de los incidentes más graves ocurridos en los últimos años en el norte del territorio, contra una como telón de fondo el bloqueo de las conversaciones entre Belgrado y Pristina.
Según las autoridades de Kosovo, cuatro miembros del comando murieron y, según informes, otros seis estaban siendo tratados en un hospital de Serbia. En Kosovo viven unos 120.000 serbios, un tercio de ellos en el norte del territorio que tiene una población total de 1,8 millones de habitantes, la gran mayoría de ellos albanokosovares.
Pristina declaró su independencia de Serbia en 2008, casi diez años después de una guerra mortal entre los rebeldes independentistas kosovares y las fuerzas serbias que terminó con una campaña de bombardeos de la OTAN. Serbia, apoyada en particular por sus aliados rusos y chinos, se niega a reconocer la independencia de su antigua provincia.