La receta está probada y aprobada. Los precios son fijos. El cartel está dibujado. Tristan Dumais, de 8 años, está listo. Este sábado 1 de junio, como más de 8.000 jóvenes de la provincia, participa en La Gran Jornada del Pequeño Empresario. Si el año pasado vendió palomitas, este año está haciendo… limonada. “Es realmente fácil”, dice para justificar su decisión. Y luego, sabe que es una bebida que gusta mucho a la gente, ya que su hermano Arthur, de 7 años, la vendió el año pasado.
De hecho, la limonada es muy popular durante el evento, confirma Mathieu Ouellet. En 2014, cofundó esta jornada en la que se invita a jóvenes de 5 a 17 años a montar su propio negocio frente a su residencia o en uno de los mercados organizados para la ocasión. “Los niños saben que la limonada está bien hecha, que no es demasiado complicada y que es atractiva”, afirma. A menudo venden otro producto, como magdalenas, joyas o tarjetas de felicitación, al mismo tiempo que esta bebida de limón, señala Mathieu Ouellet. Otros proyectos son más fuera de lo común. Un niño ya ha organizado un curso ninja, pone como ejemplo.
El año pasado, Tristan y Arthur recaudaron alrededor de cien dólares gracias a su quiosco. ¿Su objetivo esta vez? “Estoy intentando acumular 75 dólares para comprarme un videojuego”, explica el chico de Saint-Jean-sur-Richelieu. “Les enseñó el significado del dinero. […] Antes, los niños a veces nos decían: “Sólo tienes que sacar tu tarjeta”. Mi tarjeta no es infinita”, comenta su madre, Anik Valcourt. Gestionar un puesto de limonada (o cualquier otro producto) permite a los pequeños empresarios aprender mucho, subraya Mathieu Ouellet. Y no sólo conceptos matemáticos. “Les da confianza en sí mismos, mejora su sentido de responsabilidad […], les enseña a comunicarse bien”, afirma.
¿Cuándo aparecieron los primeros puestos de limonada en Quebec? A finales de los años 70, estima el historiador culinario Michel Lambert. Los quebequenses, miles de los cuales viajaron a los Estados Unidos durante el período del “flower power”, fueron influenciados por la vida cotidiana de los estadounidenses. “Además de la música, hay infinidad de hábitos alimentarios que se han convertido en parte de nuestras costumbres”, subraya. En aquella época, los jóvenes americanos ya llevaban décadas vendiendo limonada para ganar algo de dinero en verano. La primera mención de esta práctica en las páginas del New York Times se remonta a julio de 1880. “Este comercio de limonada barata se ha desarrollado mucho en Nueva York”, se lee. La imagen del pequeño empresario que vende limonada se ha construido a lo largo de los años a través de libros infantiles, programas de televisión, ejercicios en el aula y publicidad, señala el autor y profesor Robert W. Sexty, en un artículo publicado en el sitio educativo Children
Sin embargo, no fueron los estadounidenses quienes inventaron la limonada, ni mucho menos. Según diversas fuentes, incluido el sitio web de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, las bebidas a base de limón se han encontrado desde el antiguo Egipto. En Nueva Francia, la fruta se importó por primera vez en forma de limón confitado, explica el historiador Michel Lambert. Más tarde, a mediados del siglo XIX, la gente empezó a beber algo parecido a la limonada actual. Los campesinos, que en verano tenían calor cuando cosechaban heno, iban a buscar agua muy fría al arroyo y le añadían limones cortados. “Como el limón era una fruta bastante cara, los más pobres lo sustituyeron por vinagre de sidra”, explica Michel Lambert.
Esto ha sucedido numerosas veces en Estados Unidos, pero también a este lado de la frontera, especialmente en Ottawa en 2016: los agentes de policía exigieron el cierre de los puestos de limonada regentados por niños. Estas instalaciones a veces contravienen las normas municipales, que varían de una ciudad a otra. En Longueuil, por ejemplo, la normativa no permite este tipo de quioscos en terrenos privados. Sin embargo, se practica un “enfoque de tolerancia” si no se presenta ninguna denuncia, indica el Ayuntamiento. En Laval se fomentan estas instalaciones efímeras. “Estos permiten a los niños organizar una actividad muy divertida que les permite aprender a gestionar un inventario, llevar una pequeña caja registradora y, al mismo tiempo, ofrecer un buen servicio al cliente”, subraya su portavoz, Jonathan Levesque. En Montreal, cada municipio tiene sus propias normas. En Ville-Marie, por ejemplo, esta actividad es posible sin permiso.
Si tu municipio obliga a tus hijos a derribar su puesto de limonada, siempre puedes decirles: “Cuando la vida te dé limones, haz limonada. » Esta famosa cita, atribuida tanto al escritor Elbert Green Hubbard como al orador y autor Dale Carnegie, invita a las personas a convertir una situación desafortunada en una oportunidad, para aprovechar al máximo la adversidad. Esta frase (y diferentes variaciones) se ha utilizado a menudo en la cultura popular, especialmente en el álbum Lemonade de Beyoncé.