Con 128 años, el Belem, buque insignia del patrimonio marítimo francés, pasó por varios armadores y varias vidas, estuvo muy cerca del olvido y la destrucción antes de convertirse en un buque escuela preservado, símbolo del saber hacer de la marina mercante francesa.

Menos de tres meses antes de la inauguración de los Juegos de París, el barco de tres mástiles zarpó el sábado por la mañana en el puerto griego de El Pireo, Grecia, con la llama olímpica a bordo, para viajar a Francia y Marsella. Año de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, 1896 marca también el nacimiento del Belem, producido en el astillero Dubigeon de Nantes. Un casco de acero de tres mástiles y 58 metros de largo, lleva el nombre de su puesto comercial en Brasil. Y puede transportar hasta 675 toneladas de carga.

Para ello podrá contar con sus Loros y Cacatúas, sus Diablillos o sus Marqueses: velas que, una vez izadas, alcanzan una superficie de 1200 m2. En aquel momento formaba parte de la flota de seis barcas de tres mástiles propiedad de la naviera Crouan Fils. Y recibe el sobrenombre de «yate» por sus líneas limpias.

Su territorio es el Atlántico y cruces hacia las Antillas o Sudamérica. Realizó 33 campañas comerciales hasta 1914, transportando granos de cacao desde el Amazonas, ron y caña de azúcar a Francia. En 1914, víctima de la competencia de los barcos de vapor, y cuando la Primera Guerra Mundial estaba a punto de dar la muerte a los veleros comerciales, el duque de Westminster lo salvó del abandono y lo transformó en un yate. Este último la vendió al cervecero Arthur Ernest Guinness, vicepresidente de la cervecería del mismo nombre, quien la rebautizó como Fantome II. Luego fue dado de baja en 1939 en la Isla de Wight (Inglaterra), donde pasó los cinco años de la Segunda Guerra Mundial.

Atrapado en los bombardeos alemanes en la bahía de Cowes en 1941, el Fantôme II, que había escapado milagrosamente de la erupción volcánica del monte Pelée en Martinica en 1902, comenzó una nueva vida en 1951 como buque escuela para los huérfanos del mar gracias a Italia, con la Fundación Victorio Cini.

Y fue finalmente a Francia a donde llegaría el rescate definitivo en 1978. Se lanza una suscripción nacional por iniciativa de la Asociación Nacional para el salvamento y la conservación de los antiguos buques franceses (ASCANF), a la que están asociadas las Caisses d’Epargne y la Armada francesa, y se realizan importantes obras de casco. Las Caisses d’Epargne finalmente ofrecieron el último barco francés de tres mástiles, clasificado monumento histórico en 1984, al Estado, que lo donó a la Fundación Belem. En su sitio, la fundación se propone hoy la misión de “recibir en el muelle al mayor número posible de visitantes”.