Arnaud Benedetti es profesor asociado en la Universidad París-Sorbona y editor jefe de la “Revue Politique et Parlementaire”. Publicó ¿Cómo murieron los políticos? El gran malestar del poder (Éditions du Cerf, 2021).
FIGAROVOX. – El presidente de la Agrupación Nacional, Jordan Bardella, y el primer ministro, Gabriel Attal, se enfrentaron el jueves 23 de mayo en France 2 durante aproximadamente una hora y veinte minutos, durante el programa “L’Événement”. ¿Qué lecciones se pueden aprender de este debate?
Arnaud BENEDETTI. Fue un debate con frentes invertidos, un poco parecido al que hubo entre las dos vueltas de las últimas elecciones presidenciales: con un primer ministro, representante del poder, a la ofensiva, y el candidato RN, a la defensiva. Todo debería haber indicado, sin embargo, que sería, después de siete años de ejercicio de responsabilidades, Gabriel Attal quien tendría que explicar los resultados del ejecutivo y, en consecuencia, Jordan Bardella quien lideraría el cargo. La fuerza comunicativa del jefe de gobierno consistió, en este caso, en subrayar las oscilaciones programáticas de la RN, al tiempo que oscurece las de la mayoría y especialmente los resultados de esta última, que muchos estudios de opinión muestran que no se corresponden ni mucho menos, consentimiento de los franceses.
En términos de forma, Jordan Bardella se mostró menos seguro que en sus últimas actuaciones, quizás más almidonado, mientras que Gabriel Attal demostró una agilidad y una velocidad argumentativa acordes con lo que se puede esperar de un polemista probado. Sin embargo, este debate benefició al presidente de la Agrupación Nacional al colocarlo en el papel de principal oponente del Primer Ministro y al invisibilizar al jefe de la lista mayoritaria, que no parece capaz de contener la dinámica electoral de RN, mientras ahora compite con la lista socialista encabezada por Raphaël Glucksmann. Todo sucedió como si Gabriel Attal estuviera ahí para compensar las deficiencias de Valérie Hayer. Considerando todo esto, a pesar de un desempeño a veces considerado mixto por los comentaristas, que tal vez también haya decepcionado a los activistas de RN, Jordan Bardella puede considerar haber hecho el «trabajo»: ningún desempeño excesivo pero tampoco un colapso. Todo sugiere que esta confrontación no cambiará fundamentalmente las líneas del equilibrio de poder preelectoral, especialmente porque la contienda se desarrolla a más de 15 días de las elecciones.
Sólo 3,8 millones de espectadores vieron este programa, a pesar del cartel. ¿Podemos concluir que los franceses están hartos del duelo RN/Renacimiento? O, en términos más generales, ¿es esto una señal de falta de interés en los grandes debates políticos?
De hecho, la audiencia es pequeña. Son los más movilizados políticamente, los más interesados en la competencia política quienes obviamente vieron el programa, a pesar de las continuas burlas de los medios. Hay un desinterés que es consustancial a las elecciones europeas en primer lugar; también hay decepción respecto de los asuntos públicos en su conjunto y de la calidad de las ofertas competidoras; Quizás finalmente exista cierto escepticismo respecto a la percepción del carácter demasiado artificial del cartel. Este tipo de acontecimientos son sobrevalorados por los medios de comunicación como si fueran decisivos, capaces de cambiar el rumbo de la competición.
Sin embargo, la metáfora deportiva no necesariamente se aplica a las batallas electorales. Estos últimos son, ante todo, fruto del equilibrio de poder que constituye una situación política, a su vez indexada en factores sociológicos que estructuran las movilizaciones electorales. El factor dominante del momento sigue siendo la desconfianza, poderosa fuente del voto a favor del RN. La votación de Bardella cristaliza potencialmente una forma útil de votación destinada a sancionar al ejecutivo. Todas las críticas cuyo objetivo es deslegitimar a RN y a su presidente tienen a estas alturas poca influencia en las intenciones de voto. El ejercicio que, hasta ahora, ha funcionado durante las elecciones presidenciales y que el Primer Ministro se ha esforzado en reactivar, está llegando a sus límites en el contexto actual. Además, para muchos sectores de la opinión pública, este tipo de debate se parece cada vez más a un ejercicio de comunicación impuesto, con sus trucos (los famosos «punchlines» prefabricados, entre otros, sus posturas, sus elementos de lenguaje, etc.). El entorno comunicativo de los líderes políticos sobreestima un ejercicio que el público es cada vez más capaz de descifrar y, mutadis mutandis, trivializar.
Invitado de France 2 en la segunda parte de la velada, François-Xavier Bellamy criticó “la puesta en escena que presenciamos” este jueves por la noche. Tras su altercado con Louis Boyard, ¿esta intervención muestra un cambio de estrategia por parte del cabeza de lista republicano? ¿Podrá crecer a partir de esto?
François-Xavier Bellamy planteó con razón y contundentemente la cuestión de la legitimidad de esta iniciativa mediática. Ante un público mediocre en general, los espectadores votantes han reforzado un poco sus dudas, ya que sólo se interesan ligeramente por el formato que se ofrece en este horario de máxima audiencia. La democracia supone que los medios de comunicación, especialmente en un proceso electoral, no se prestan a operaciones que puedan sospecharse que contribuyen al desequilibrio del debate. ¿Qué puede ganar François-Xavier Bellamy con su denuncia justificada de lo que llamó “una puesta en escena”? Esta es una pregunta difícil de responder. En cualquier caso, hizo bien en hacerlo, no sólo a nivel de principios, sino también a nivel táctico. Podría ser que se beneficiara un poco si una parte del electorado juzga que la campaña electoral es objeto de una empresa de monopolización por parte del duopolio mayoría presidencial/RN percibidos como «socios rivales» en abuso de posición dominante. Pero también es cierto que en esta etapa son los dos bloques los que mejor captan las tendencias sociológicas del país. Y esta realidad no la construyen los medios.