Sin barrera, sin guardia. Apenas habíamos aparcado cuando un monje vino a recibirnos. El monje se complace en mostrarnos el lugar: la capilla, el refectorio, las celdas donde vienen los peregrinos a hacer retiros y, finalmente, la pequeña tienda donde se venden los productos elaborados en el monasterio, como estas magníficas postales con diseños muy coloridos. estilizado…
Estamos a unos cincuenta kilómetros al este de Dakar, en la abadía benedictina del Inmaculado Corazón de María, en Keur Moussa. Fue fundada por Jean Prou, el quinto abad de la abadía de Solesmes que envió allí a nueve monjes. Fue inaugurada en 1963 por el presidente Léopold Sédar Senghor, antes de convertirse en una de las congregaciones de Solesmes en el 84. Hoy en día, esta abadía constituye el vínculo entre la ciudad de Keur Moussa, una localidad de 11.000 habitantes de mayoría musulmana, y su vecina Saint -Benoît, que es predominantemente católico. Pero en Senegal se la llama comúnmente la abadía de Keur Moussa.
Detrás de estos edificios, típicos de una abadía, se esconde un lugar absolutamente excepcional: una fábrica de Kora, este ancestral instrumento de cuerda africano utilizado tradicionalmente por los griots de Malí, Guinea y Senegal. Fue un sacerdote diocesano quien regaló este instrumento a la abadía en 1964. El hermano Dominique Catta, uno de los monjes fundadores, desarrolló entonces una pasión por este instrumento de sonido celestial. A través de investigaciones y adaptaciones, transformó la kora tradicional y modernizó su diseño. Si bien se afinaba apretando anillos de cuero de vaca en el eje, método muy aproximado, al padre Carrá se le ocurrió instalar llaves de madera como las de un violín, a las que luego prefirió llaves de metal en baño de aceite. Para ello hubo que alargar el poste y sobre todo encontrar una nueva gasolina capaz de soportar la presión de 200kg que ejercía el nuevo sistema. Así es como a la Kora, en su versión moderna, se le dotó de toda una gama cromática.
Con la aprobación de la Abadía de Solesmes, que aceptó que este instrumento pudiera utilizarse durante los servicios religiosos en lugar del órgano, el hermano Carra compuso obras específicas para la liturgia, que aún hoy se tocan, y en particular en la capilla de Keur Moussa, donde el sonido mágico del esta kora surge todos los días.
Así, Keur Moussa se ha convertido en un lugar de peregrinación no sólo para los creyentes, sino para todos los coristas. “Las perlas están ahí”, reconoce uno de ellos, contratado como músico residente por el hotel Pullman de Dakar, y gracias al cual el vestíbulo se baña en esta atmósfera única.