Lino Castex, Théa Augoula, Emma Dez y Victor Galmel son estudiantes de maestría en Sciences Po.
A la dirección provisional de Sciences Po, a nuestra querida institución,
No, Sciences Po no tiene la cara que algunos querían ponerle este martes por la tarde.
Videos y testimonios exponen la gravedad de las acciones y comentarios que se realizaron en el corazón mismo de nuestra universidad. Escuchamos esta dolorosa frase: “No la dejen entrar, es sionista”. No la dejes entrar. Ella es sionista. No la dejes entrar. Ella es sionista.
Nada en estas palabras merece un lugar en nuestra escuela. Ninguna parte de nuestra democracia debería aceptarlos. Estas palabras son prueba de quiebra absoluta. El sentido mismo de nuestra institución y nuestro compromiso como estudiantes se ha resquebrajado y en esta brecha que se abre desde el 7 de octubre ya no queremos dejar pasar a ningún monstruo. Estas palabras van en contra de lo que somos.
La apresurada salida de nuestro (ex) director no debe hacernos olvidar el deber de la institución para con nuestra comunidad estudiantil. Nuestros nombres nunca más deben asociarse con tales comentarios y quienes los pronunciaron no tienen lugar entre nosotros. Decir “no la dejen entrar, es sionista” es reproducir aquello a lo que se enfrentó Miguel Unamuno. La universidad debe seguir siendo un templo de la inteligencia y quien quiera convencer debe saber persuadir “por la razón y por la ley” y no por otros medios. Rechazar la presencia de una estudiante porque se parece demasiado a una judía y esa apariencia es inmediatamente denunciada por “sionismo” no es “convincente” sino humillante, discriminante, devastador. La sombra del antisemitismo debe obligarnos más que nada a actuar con absoluta cautela y la mayor desconfianza ante tales acciones.
Como somos estudiantes de Sciences Po, tenemos el deber absoluto de cultivar una cierta ética de discusión. En este espacio abierto a nosotros mismos y abierto al mundo, no hay lugar para dogmáticos y autoritarios. Nadie puede ser condenado al ostracismo por ser judío. Nadie puede ser expulsado por ser árabe, mujer u homosexual. El debate es nuestra razón de ser y el conocimiento es el medio “para levantar defensas contra los salvajes del presente y los bárbaros del futuro” (Ernest Vinet a Émile Boutmy). Ojo, la distancia crítica no es frialdad racional. Podemos dejarnos llevar por la herida emocional de nuestras discusiones y sentir una emoción consciente por los actos terroristas de Hamás y las respuestas ilegales de Netanyahu, pero nunca se nos puede permitir ceder ante el odio o el racismo. Nunca exclusión. Nunca tiranía intelectual.
Háganse portadores de esta palabra que sabemos es mayoritaria. Vivir y estudiar en Sciences Po presupone todo lo que estos insultos niegan. La discusión, la tolerancia, el pensamiento crítico y el discurso en todo momento están apoyados por cada uno de nosotros. Las puertas siempre están abiertas para recibir estudiantes dispuestos a discutir. El deber de recordar y criticar los acontecimientos actuales van de la mano de compromisos teóricos y políticos. Debe ser posible defender el reconocimiento de un Estado palestino y revivir la memoria de los asesinados, porque eran judíos, porque estaban atrapados en una guerra fratricida, porque eran rehenes de Hamás, porque eran residentes de Gaza. . La distancia crítica no es la negación de compromisos sino la prudencia humanista. Apostemos a que en el futuro los ambiguos y los violentos ya no oscurecerán la atmósfera de nuestra hermosa institución con una sombra antisemita apenas velada.
Esta carta abierta a la institución resume sustancialmente los elementos que enviamos a la dirección tras los acontecimientos del martes. Estos comentarios son el resultado de discusiones espontáneas entre estudiantes de Sciences Po, impulsados por un deseo de debate y discusión y profundamente entristecidos por los odiosos excesos de un puñado de nosotros. Solicitamos a la dirección provisional que tome las medidas necesarias para garantizar que nuestra escuela se mantenga fiel a su propósito.