El Festival de Cine de Cannes vivió momentos calurosos, incluso cuando el sol no brillaba sobre la Croisette. Algunos directores, que fueron recibidos por la mañana con los brazos abiertos, abandonaron el palacio esa misma tarde con el puño en alto. Madelen te invita a descubrir o redescubrir algunos de estos escándalos. Ocurrieron en una época en la que las redes sociales no existían. Si sucedieran hoy, es obvio que causarían revuelo y serían vistos por millones de usuarios de Internet. En 1973… La selección francesa ofrece La grande bouffe y La Maman et la whore. En ambos casos, los pitos son unánimes. La historia de estos cuatro cuarentones que se suicidaron comiendo es considerada “obscena, licenciosa y pornográfica”. A estas críticas, Marco Ferreri responde que ha escrito una historia que no es psicológica, sino fisiológica. Quería denunciar, a su manera, la sociedad de consumo. Acusado de vulgar, Philippe Noiret, más impasible que nunca, respondió que “la vulgaridad se encuentra tanto en Cannes como en la televisión francesa”. Esto no impidió que el director recibiera el premio de la crítica internacional. André Astoux, director del Cinema Centre, declaró a continuación: “He visto esta película dos veces, me encantaría verla una tercera vez”. Se desencadena un alboroto de protestas que José Artur, maestro de ceremonias, intentará en vano poner fin.
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El clima también es tenso cuando Jean Eustache recibe el Gran Premio Especial de manos de un jurado presidido por Ingrid Bergman. Gilles Jacob declara que ésta es la peor película del año. Entonces es crítico. En 1977 pasó a ser delegado general del Festival. Uno se pregunta qué habría pasado si hubiera asumido el cargo cuatro años antes.
En 1974, Claude Lelouch fue vilipendiado tras la proyección “fuera de competición” de Tout une vie. Decide responder a los pitos con una rueda de prensa durante la cual los nombres de los pájaros no volarán muy alto. “Nos llamaron idiotas”, dijo Marthe Keller, observadora de una pelea verbal durante la cual Lelouch demostró que era de los que no se dejan vencer por los ataques de un crítico. Él le responde, cara a cara, “si quieres volvemos a ver la película juntos en una habitación sin silbato, y escuchas el texto, las intenciones y por qué llegamos a las cosas”. Maurice Pialat no tuvo la misma reacción en 1987 al recibir la Palma de Oro por Bajo el sol de Satán. El momento en el que le declara al público “no te gusto, tú tampoco me gustas” se ha convertido en un culto.
Diez años más tarde, Mathieu Kassovitz, por su parte, se entregó un brazo de honor al final de la proyección de Assassins, protagonizada por Michel Serrault. Dos años antes, Hate le había valido un premio de dirección, pero también críticas que coincidían con el título de la película. Culpó de estas críticas a los periodistas, para quienes la imagen del Festival se limitaba a destacar a algunas estrellas jóvenes. Así decidió repetir su provocación con, entre bastidores, un ataque en toda regla a los medios de comunicación. La reacción no se hizo esperar. Fue criticado por hacer “la peor película de la historia del cine”. Finalmente, en 2002, Irréversible de Gaspard Noé, montada al revés y compuesta únicamente de planos secuencia, tampoco se salvó de una proyección, deliberadamente programada a medianoche. La violación de nueve minutos del personaje femenino en una celda subterránea se describe como “insoportable” y “lamentable”. A la salida, un espectador de unos cincuenta años corrió hacia el director y sus actores, Monica Bellucci, Vincent Cassel y Albert Dupontel, y les gritó: “Es un horror, nunca debiste haber hecho una película como esa”. Se llama decir en voz alta lo que otros, en estado de shock, no se han atrevido a decir en voz alta.